lunes, 19 de febrero de 2018


¿Qué entendemos por ser breve?
Sin embargo, ¿qué entendemos por ser breve? Sobre esta cuestión los expertos no se ponen de acuerdo. Algunos consideran que el microrrelato abarca sólo unas pocas líneas y otros opinan que puede incluir hasta tres páginas.
No obstante, parece que la mayor parte de los teóricos se muestran de acuerdo en que el microrrelato cuenta con un máximo aproximado de 200 palabras. Zavala y Andrés-Suárez, por ejemplo, estiman que un microrrelato debería poder leerse con un sólo golpe de vista, por lo que consideran que la extensión máxima sería igual a una página impresa del libro.
Aunque hay estas diferencias de opinión en el límite máximo de palabras de un microrrelato, no hay debate posible para establecer un límite mínimo ya que éste no existe. Todos hemos leído microrrelatos aún más breves de 200 palabras. Se han popularizado, por ejemplo, los nanorrelatos que caben en un “tuit” de 140 caracteres, y también contamos con otros que no llegan a esa cifra.
La brevedad y el lector de microrrelatos
Aquí radica uno de los retos del autor de microrrelato: escribir un texto donde la anécdota, la sorpresa final y el protagonista no resulten vagos a pesar de esa brevedad. Tengo que confesarte que en mis primeros microrrelatos metía tanto la tijera que mi texto, lejos de resultar sugerente, tenía unos vacíos imposibles de llenar por la imaginación del lector, ya que no le había proporcionado los datos apropiados. Quizá te haya pasado a ti también, ¿verdad?
Por ello, es necesario tener en cuenta que esa brevedad viene, en palabras de Andrés-Suárez, “de la destilación de la esencia narrativa —a menos extensión más concentración e intensidad—, destilación que equivale a tensión interna y a máxima elisión, lo que exige, a su vez, la participación de un lector activo, culto y perspicaz dispuesto a colmar los vacíos de información y a convertirse en coautor del texto”.
Puede que sea cierto que el el lector de microrrelato es más activo y avezado, de ahí que quizás la cantidad de lectores interesados en este género no sea tan numerosa como la que cuenta, por ejemplo, la novela. Sin embargo, en mi opinión, que el microcuento requiera de un lector capaz de “crear universos a partir del murmullo”, como dice L. Britto, no significa que el autor pueda relajarse y confíe en que la responsabilidad de la comprensión del microrrelato descansa exclusivamente en la pericia del lector.
Tú, como autor, has tenido que saber destilar la historia y escoger bien las semillas que has plantado en el texto para que florezcan en la imaginación del lector de la manera adecuada. Por esta razón, te animo a que, cuando trabajes la brevedad de tu microrrelato, analices bien la información que callas y la que ofreces. No te escudes en que “todo” queda abierto y que el lector sabrá completarlo.
Los microrrelatos más cortos en castellano
Al hablar de brevedad considero interesante mencionar los microrrelatos más cortos en lengua castellana. Entre ellos destaca El emigrante de Luis Felipe Lomelí (publicado en Ella sigue de viaje, 2005) cuyo texto consta de únicamente cuatro palabras:
—¿Olvida usted algo?
—¡Ojalá!
Un año más tarde, el escritor Juan Pedro Aparicio publicó en La mitad del diablo (2006) un microcuento más breve aún. El texto lleva por título Luis XIV y consta de una sola palabra: “Yo.” Mejor dicho, una palabra y un punto, cuya inclusión ha sido objeto de debate entre Clara Obligado y Patricia Esteban Erlés (así se menciona en el artículo Un relámpago de palabras publicado en Babelia (El País) en agosto de 2010). Es probable que entre nuestras conversaciones no se encuentre este debate, pero recuerda: en un microrrelato todo, incluso poner o no un punto, tiene su importancia.
La creatividad de los escritores no se ha quedado en una palabra y un punto. También puedes leer microrrelatos sin palabras. Exacto: sin palabras. Tal es el caso de El fantasma del mexicano Guillermo Samperio que, tras el título, se muestra la página en blanco.
Es posible que no conocieras estos tres microrrelatos que te acabo de mencionar y te estés preguntando de qué manera puedes manejar la brevedad para que tu microcuento de muy pocas palabras sea, efectivamente, una obra literaria y no un texto vacío. Espero poder responder a esta pregunta en las próximas páginas.
Qué es la elipsis narrativa
La elipsis narrativa es un recurso literario que consiste en omitir alguna parte o elemento de la historia.
No confundas esta elipsis narrativa con la gramatical, que se basa en suprimir alguna palabra sobreentendida o innecesaria del texto. Un ejemplo lo tienes en “lo bueno, si [es] breve, [es] dos veces bueno”.
La elipsis narrativa se utiliza en cualquier obra literaria que escribamos, y tú como escritor puedes emplearla para conseguir efectos variados (aumento del suspense, agilizar el ritmo, etc.)
En el microrrelato el uso adecuado de la elipsis es imprescindible, ya que con ella conseguiremos que el texto sea breve y además que sea coherente, que esté unido y que esos “vacíos” que dejemos en el texto puedan ser completados por el lector como nosotros queremos.
La elipsis en el microrrelato
Como he comentado, la corta extensión de los microcuentos hacen que este género esté ligado a la elipsis narrativa. Quizá sea esta característica lo que marque la diferencia entre cómo escribir un microrrelato y obras de otros géneros.
Así, cuando escribes un relato o una novela puedes utilizar la elipsis por criterios estilísticos, pero no es una condición indispensable ni su uso está unido intrínsecamente a todos los textos de estos géneros. En el caso del microrrelato, lo que lo diferencia de otros textos de su género más cercano, el relato, no es sólo que sea más breve y más conciso, sino que la elipsis está trabajada con la misma precisión y cuidado que un orfebre imprime en su obra. En otras palabras, el microrrelato no sólo importa la brevedad, sino también la tensión entre lo dicho y lo omitido de la historia.
De nuevo me remito a Andrés-Suárez cuando concluye que “la elipsis es una necesidad estructural del microrrelato. En él, el silencio —lo no dicho—, es tan importante como en la música o como lo es el vacío en el lienzo o en la escultura.”
Así, lo que no se dice tiene un peso primordial en el microrrelato y tú como escritor tienes que plantearte cómo recibirá e interpretará el lector este silencio para que tu obra sea original y de calidad.
Analicemos los tres microrrelatos más breves en nuestro idioma que te mencionaba antes: El emigrante de L. F. Lomelí, Luis XIV de J. P. Aparicio y El fantasma de G. Samperio. En los tres casos los autores omiten muchísima información en su historia, y sin embargo, los textos “funcionan”. Los silencios creados son profundos, pero el lector puede completarlos y comprenderlos, gracias a que los autores han trabajado la elipsis de una manera magnífica.
Fíjate que en los tres casos el título del microrrelato es el protagonista de la historia. Y en los tres casos ese protagonista es un personaje que el lector puede conocer, bien porque es un personaje histórico, como Luis XIV, o bien porque es un cliché como el emigrante o el fantasma. Sólo con leer el título, y por tanto el nombre del protagonista de la historia, el lector ya tiene la mayor parte de las herramientas necesarias para interpretar los silencios del texto.
De ahí que las únicas cuatro palabras de El emigrante (“¿Olvida usted algo?”, “¡Ojalá!”) estén cargadas de sentido. Es cierto que la historia de qué le ha llevado al protagonista a emigrar no se explicita y se deja una interpretación abierta al lector. Pero lo que es innegable es que al personaje de esta historia le hubiera gustado que no se desarrollara de esa forma. La nostalgia por la tierra abandonada y la incertidumbre por el futuro se hacen patentes en estas palabras.
Además, el lector puede incluso llegar a imaginar la escena. La formulación de la pregunta (“¿olvida usted algo?”) nos puede conducir a situar la acción en una estación de tren, de autobús, en un barco... y también nos puede inducir a imaginar que es un desconocido (por el uso de ese “usted”), probablemente un trabajador de estos lugares u otro viajero, quien pregunta.
Sin duda en El emigrante se explicita muy poco, pero sí se dice lo necesario para que el lector pueda construir esa historia.
Lo mismo ocurre en Luis XIV de J. P. Aparicio. Ese “yo” está cargado de sentido. El lector puede recordar que este personaje histórico es el rey abosolutista por excelencia, lo que plasmó en su conocida frase “El estado soy yo”. De ahí que la única palabra que tiene este microrrelato pueda hacer entender al lector toda la historia, y la brevedad del microrrelato no sólo no resta significado a la historia, sino que lo subraya.
Quizás de estos tres microrrelatos brevísimos el que más te haya sorprendido es Fantasma de G. Samperio que, como te comentaba, es un microrrelato sin palabras: sólo tiene el título y la hoja en blanco. En mi opinión, en El fantasma el autor se viste de niño travieso que hace una broma al lector. Éste participa de su juego por la carga de significado que tiene el título, donde se nombra al protagonista. Todos tenemos una representación mental de un fantasma, bien sea un ser invisible o vestido con una sábana blanca (como la hoja en blanco); y todos sabemos de sus andanzas (entre nosotros, me parece a mí que éste de Samperio es el fantasma burlón que me esconde las palabras cuando quiero escribir algo).
Lo cierto es que este tipo de textos (tan ingeniosos y a la vez tan ”breves” y alejados de lo que consideramos tradicionalmente una narración) puede abrir un controvertido debate. Ana María Shua analiza este microrrelato de Samperio y dice lo siguiente:
“¿Es un microrrelato o un simple juego de ingenio? Las dos cosas, por supuesto. Entra dentro de la definición de nuestro género y es sin duda muy ingenioso, pero también es peligroso. Como suele suceder con los juegos de ingenio es demasiado fácil de imitar (…) Se me ocurrren inmediatamente otros muchos títulos que podrían lucirse como encabezado de una página en blanco. Por ejemplo “Vampiro en el espejo”, “Acto de magia”, “Buenas intenciones”, entre otros (…) En segundo lugar (y esta ya es una opinión personal), de la literatura debemos exigir algo más que ideas brillantes o puro ingenio”.
Considero que estas palabras de Shua no necesitan mayor explicación, ¿verdad?

a) Omitir una parte sobreentendida o poco importante

En los tres ejemplos que hemos analizado en páginas anteriores, los autores omiten gran cantidad de información sobreentendida al escoger como protagonistas personajes que el lector conoce. Si el lector ya conoce esos datos, ¿para qué incluirlos?
También puede darse el caso que la información que omitimos, aunque no se pueda sobreentender, no sea importante para el desarrollo o la comprensión de la historia.
Tanto en un caso como en otro, no hace falta sugerir la información suprimida en el microrrelato, ya que o bien el lector ya la conoce (la sobreentiende) o bien no es relevante para el impacto final del texto (que no sufriría ninguna modificación si incluimos esa parte o no).
Seguro que recuerdas las tres partes de la historia, ¿verdad? En efecto: planteamiento, nudo y desenlace. Bien, te lanzo la siguiente pregunta. Si tuvieras que escoger una o varias de estas partes para omitirla en tu historia ya que su información pudiera sobreentenderse o no fuera importante para la comprensión del relato, ¿qué parte o partes escogerías?
Si consideras que la información del planteamiento y parte de la contada en el nudo podría ser omitida por poco relevante o porque se pueda sobreentender, has coincidido con mi respuesta. En el planteamiento y en la primera parte del nudo se presentan los personajes y el conflicto de la trama. El conflicto estará presente en el desenlace y en el clímax del nudo y los personajes también, por lo que esa información es probable que el lector la pueda sobreentender o bien que no sea necesaria para que comprenda la historia.

Es cierto que si tuvieras más páginas disponibles, sería interesante escribir lo que estás pensando en eliminar. Pero, recuerda, estás componiendo un microrrelato y te debes a la brevedad, de ahí que optes por suprimirlas.

b) Omitir una parte o dato que tiene importancia pero que no es trascendente

En este caso, el microrrelato seguiría manteniendo su impacto tras esta omisión, pero al lector le faltarían datos para poder captar todo el mensaje o la riqueza de la trama al completo. ¿Por qué? Porque, más que la información silenciada en sí, lo que es importante para el microrrelato es la consecuencia que se desprende de esa información que falta.
Lo que silenciamos no es significativo, pero sí lo es para la trama los cambios que se producen a partir de eso que callamos. Por ello, es necesario transmitir al lector que pasa “algo”, pero no es imprescindible ser exactos (el lector puede imaginar ese “algo” que nosotros tenemos en mente u otras opciones sin que con ello se reste riqueza al microcuento).
En otras palabras, el lector entiende que le falta algún dato para completar la trama pero puede imaginarse diferentes posibilidades sin que cambie el sentido final del microcuento. Sería una interpretación abierta.
Te invito a retomar el microrrelato La última cena de Ángel García Galiano que has leído en páginas anteriores. No está de más recordarlo aquí:

“El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente, yo llevaré la bebida”.

El tono en que habla el narrador-protagonista, neutro y aceptando la situación de que “naturalmente” él “llevará la bebida”, puede dar a entender al lector que está de acuerdo con ello. ¿Por qué acepta? El lector puede inventar varias posibilidades: desde que la mayor ilusión del protagonista es que le conviertan en vampiro hasta que está haciendo un acto heroico, ya que si él “lleva la bebida” protege a otra persona de tenerlo que hacer. Se abren mil interpretaciones y todas ellas enriquecen el texto de García Galiano, ya que no es imprescindible saber con exactitud esa información: lo indispensable para el microcuento es la consecuencia que genera eso que hemos omitido.

Es decir, no nos importa por qué el narrador-protagonista es invitado a esa cena tan particular ni por qué accede a ir, sino la consecuencia de todo ello: que irá y llevará la bebida, naturalmente.

c) Omitir un dato de vital importancia para ganar mayor impacto en el lector

En este caso se hace necesario que sugiramos al lector cuál es el dato que falta y que éste lo pueda interpretar tal y como lo hemos pensado (sería una interpretación cerrada). Por tanto, es necesario que la información que callamos la sugiramos de tal manera que el lector, cuando ate cabos, imagine el elemento o la circunstancia más o menos exacta que hemos suprimido. Analicemos juntos el microrrelato El sueño de Luis Mateo Díez:

“Soñé que un niño me comía. Desperté sobresaltado. Mi madre me estaba lamiendo. El rabo me tembló todavía durante un rato.”

El dato que el autor ha suprimido con su elipsis es que el protagonista es un animal, posiblemente un perro. Sin embargo, el lector puede deducirlo sin problemas cuando termina de leer su texto por otros elementos (la madre que le lame y el rabo que le tiembla). Como ves, en este caso lo que ha callado el autor es de vital importancia para el relato, pero el lector puede interpretarlo con facilidad.

En conclusión

Es obvio que para que haya microrrelato el texto tiene que ser breve. En esta lección me gustaría que además consideraras igual de evidente que para conseguir esa brevedad es necesaria la elipsis. También me gustaría que hayas interiorizado la importancia de la relación entre la elipsis y el microrrelato: una relación imprescindible.
En las páginas siguientes me gustaría darte algunas claves para que puedan ayudarte a construir esa elipsis. Por ello, te expondré algunos recursos con los que podrás sugerir esa información que has pensado silenciar para que el lector pueda completar la historia que deseas transmitir.
 
 
 

 

 

 

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