martes, 27 de febrero de 2018


¿Qué es la intertextualidad?

Abro la última lección de este curso con una palabreja con la que puede que no estés muy familiarizado: “intertextualidad”. Si es así, no te preocupes. Es probable que sea un concepto del que sepas más de lo que ahora mismo crees.
Desde que en 1969 J. Kristeva utilizó esta palabra, el término se ha ido nutriendo de significados y matizándose. No es objeto de este curso explicar con detalle este debate, así que vamos a utilizar esta palabra en un sentido amplio y orientado a lo que nos interesa, que es la escritura de microrrelatos.
Así, te propongo que entendamos la intertextualidad como el conjunto de relaciones que un microrrelato puede tener con otros textos (literarios o no). Estas relaciones pueden ser de dos tipos: formales y temáticas. En ambos casos, su análisis nos ofrecerá ideas para conseguir trabajar la elipsis en nuestro microcuento y lograr la brevedad que deseamos.
 
Intertextualidad temática: utilizar motivos, contextos y personajes de la literatura universal (mitos, personajes famosos, motivos bíblicos, etc.) en uestroicrorrelato.

Intertextualidad formal: emplear formatos textuales literarios pero atípicos en la narrativa breve (leyendas, parábolas, diarios, cartas...) y también formatos no literarios
(anuncios, entrevistas, expedientes administrativos, avisos, etc...)
 

¿Cuál es la ventaja de emplear la intertextualidad? En ambos casos, que estás introduciendo en el microrrelato un elemento (o varios) que el lector ya conoce, y que le ofrece información relevante para comprender tu historia. Como el lector ya conoce esos elementos y su significado, no es necesario que escribas toda esa información que encierran, consiguiendo que tu microrrelato sea más breve.

Por ejemplo, si haces uso de la intertextualidad temática y utilizas un personaje que se llama Sancho y haces referencia a unos molinos, estás jugando con el pasaje de El Quijote que el lector conoce y del que tiene una opinión. De ahí que todo ese bagaje no es necesario que lo expliques en tu texto y esa información sería necesaria para comprender tu historia (y no la escribirías).
Por otro lado, si decides emplear la intertextualidad formal y escribes tu historia con la forma de una entrevista, estás ofreciendo esa información del contexto de tu historia (la entrevista) de una manera visual (gracias a la forma del texto) y sin necesidad de crear este contexto con palabras (lo cual ocuparía espacio en tu microrrelato).
Ejemplos de intertextualidad en el microrrelato
Acompáñame y leeamos el microrrelato Génesis 3 de José María Merino:

“Aquella mañana empezamos a ver las cosas más claras: la complejidad del universo, la evolución de los seres vivos, que sobre un punto de apoyo se podría levantar el planeta, que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al contrario y, sobre todo, intuimos que la existencia es un misterio indescrifrable. No habían pasado ni dos horas cuando llegó el guardia con la carta del desahucio: el casero había conseguido echarnos a la calle. Nos vinimos a este lugar tan frío, tuvimos hijos. Del resto saben ustedes mucho más que nosotros. El caso es que aquella mañana, en el desayuno, habíamos compartido una manzana.”

¿Qué elemento emplea el autor que nos da la pista de esta intertextualidad de forma más evidente? La manzana, que cuidadosamente Merino nos da a conocer justo al final del microrrelato. Cuando terminamos de leer el texto y, por tanto, llegamos a esa palabra, cobra sentido todo el microcuento. Además, nos hace volver a leer el título, y ya no nos queda ninguna duda de qué está hablando el autor. Depués de este descubrimiento es probable que te apetezca volver a leerlo, y entonces descubres nuevos elementos de esta intertextualidad temática.

Como ves, el autor ha escrito esa historia de un deshaucio, pero sólo con la comprensión de esta intertextualidad el lector alcanza a entender todo el conjunto. Y toda esa información necesaria para a comprender el microrrelato en su plenitud la condensa en la carga de significado que tiene la palabra “manzana” o el título: “Génesis”.

Otro ejemplo de intertextualidad, en este caso formal, sería el microrrelato Aviso, de María José Barrios Gonzalez del que hablamos en lecciones anteriores. No está de más recordarlo:

“Estimados clientes,
He salido un momento a pedir la mano de Rosaura, la hija del sastre. Llevo demasiado tiempo solo.
Si acepta, huiremos juntos de la ciudad, nos casaremos en la primera iglesia que encontremos en el camino y tendremos dos hijos. Al mayor lo llamaremos Anselmo, por mi abuelo.
De lo contrario, volveré en cinco minutos.
Disculpen las molestias,
M.”

Como ves, en este caso el elemento intertextual es emplear un aviso como formato para escribir el microrrelato. Gracias a este elemento, el lector puede visualizar la puerta de un establecimiento de una calle de una ciudad. Estos datos permiten al lector imaginar la historia con imágenes concretas.

Acompáñame y leamos Catequesis, de Marco Denevi:
“—El hombre —enseñó el Maestro— es un ser débil.
—Ser débil —propagó el apóstol— es ser un cómplice.
—Ser cómplice —sentenció el Gran Inquisidor— es ser un criminal.”
En este microrrelato el elemento intertextual también es formal: la historia se transmite a través del silogismo clásico si a=b y b=c, luego a=c. Aquí el autor añade un elemento más (c=d, luego a=d). A través de esta forma el lector puede asistir a tres momentos distintos de la historia del cristianismo sugeridos por los personajes (Maestro, apóstol y Gran Inquisidor). El cuarto momento es el que se crea en la imaginación del lector al completar la serie donde “a=hombre” y “d=ser un criminal”.
Esta fórmula lógica no sólo sirve de soporte al microrrelato, sino que amplifica sus interpretaciones y significados.
Por último, me gustaría que analizáramos otro texto de este mismo autor, titulado La bella durmiente del bosque y el príncipe:
“La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al príncipe. Y cuando lo oye acercarse, simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho, pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos.”
Aquí el autor emplea una intertextualidad temática, ya que se reescribe el cuento clásico de la bella durmiente y sus personajes para lanzar otro mensaje, convirtiéndolo así en una nueva historia. El lector conoce cómo es el cuento original, de ahí que pueda interpretar este microrrelato sin necesidad de que el autor hable de las características de los personajes o de porqué del conflicto de la trama. Pero no sólo esto: el hecho de que el lector sepa cuál es el desenlace de la Bella Durmiente tradicional ofrece que este nuevo microrrelato, donde la protagonista cierra los ojos voluntariamente, adquiera otra dimensión más amplificada.

 

 
La elección de las palabras
Debido a las características del género del microrrelato, donde la brevedad es uno de los elementos principales, se  hace aún más importante saber elegir las palabras. Como norma general, un buen texto requiere que sus palabras estén empleadas con propiedad y precisión, huir de las repeticiones, redundancias, tópicos innecesarios y saltos de registro. A continuación ahondaremos en cada uno de estos temas. En este punto haré referencia a algunas recomendaciones vertidas por Felipe Dintel en Cómo se elabora un texto.
 
Conocer el significado de las palabras
Parece un consejo innecesario, pero desgraciadamente a veces no lo es: no tengamos pereza si tenemos que recurrir al diccionario para conocer el significado exacto de las palabras que empleemos en nuestro microrrelato; ya que algunas palabras se usan reiteradamente con un significado distinto del que les es propio.
Vamos a hacer una prueba. Lee los siguientes ejemplos y escribe en un papel si alguno de ellos emplea un vocabulario inadecuado:
 
La casa estaba abigarrada de muebles.
Ese país adolece de recursos económicos.
Estamos barajando esa posibilidad.
Es una publicación bimensual: sale seis veces al año.
Anoche leí el doceavo capítulo de la novela.
La defensa del equipo hace aguas.
Hicimos en barco una singladura de varios días.

¿Has detectado alguna frase incorrecta? Vamos a ver si coincides con las respuestas correctas (seguro que sí).
La casa estaba abigarrada de muebles.
Abigarrado significa “de varios colores” o “heterogéneo”. Por tanto, la palabra que conviene a la frase es atiborrada.
Ese país adolece de recursos económicos.
Adolecer significa “padecer”, no “carecer”, como a menudo se cree. En todo caso, la frase debería ser:Ese país adolece de falta de recursos económicos.
Estamos barajando esa posibilidad.
Al igual que ocurre con las cartas, las posibilidades solo pueden barajarse si se dispone de varias. El autor debería haber escrito, por ejemplo, considerando.
Es una publicación bimensual: sale seis veces al año.
El autor confundió bimensual (“que ocurre dos veces al mes”) con bimestral (“que ocurre cada dos meses”).
Anoche leí el doceavo capítulo de la novela.
Es un error muy frecuente usar los numerales partitivos cuando corresponde utilizar los ordinales. En realidad se trata del duodécimo capítulo.
 
 

La defensa del equipo hace aguas.
La expresión hacer aguas significa “orinar”. Lo que el autor de la crónica debería haber escrito es hacer agua que es lo que les ocurre a las embarcaciones que naufragan.

Hicimos en barco una singladura de varios días.
Una singladura es la “distancia recorrida por una nave en 24 horas”; es un error aplicar esta palabra a períodos más extensos.
Y bien, ¿qué tal el ejercicio? ¿Conocías realmente el significado de todas estas palabras? Quizá se te haya escapado alguna. En ese caso, ya sabes: no te confíes y consulta el diccionario.
 
 
 
 
 

Huir de las palabras baúl

La calidad y la brillantez de un texto están en estrecha relación con el grado de precisión de las palabras que utilicemos. No basta con utilizar el vocabulario con propiedad, sino que debemos hallar el vocablo que defina con mayor concreción la idea que queremos expresar.

Para acercarnos a ello, deberemos huir de las llamadas palabras baúl o comodín, es decir, palabras que acumulan tal cantidad de significados que resultan necesariamente imprecisas. Sustantivos como cosa o tema, adjetivos como estupendo o fenomenal, verbos como hacer, tener, dar o poner, se utilizan muchas veces sin caer en la cuenta de que es posible, y más recomendable, acudir a términos mucho más precisos o asociados a la idea que queremos expresar. El uso de estos últimos evitará que nuestro texto parezca redactado con pobreza de recursos.

Ejemplos

* Se hará/rodará una película.
* Carlos hizo/trabó amistad con aquel viajero.
* Su marido hizo/esculpió varias estatuas.
* Le hicieron/tributaron un homenaje.
*Está haciendo/cursando una carrera de letras.
* Se puso/hincó de rodillas.
* Se puso/caló el sombrero.
* Nunca le dijo/reveló el secreto.

No repetir palabras

La repetición se justifica cuando...

Quizá es este uno de los consejos sobre el que menos sea preciso insistir. Resulta evidente que un texto con abundantes repeticiones de palabras es un texto pobre de estilo. Aun así, la repetición se justifica cuando:

Se quiere resaltar una idea

Ejemplo: Globalizar la justicia social, globalizar la solidaridad... esas son las propuestas del movimiento con la globalización neoliberal.

Se pretende evitar que la frase resulte ambigua

Ejemplo: Las rápidas decisiones del rey evitaron que sus consejeros se enzarzaran en disputas sobre las medidas que convenía tomar y evitaron asimismo el enfrentamiento entre los nobles del reino.

 

Se busca un efecto estético, como ocurre con las anáforas

Ejemplo: Soledad ya no alcanzó a amamantarme, pero se encargó de mi crianza y aseo. (...) Gracias a Soledad aprendí de memoria el nombre de las estrellas y de las flores. Gracias a Soledad supe que las gotas de resina que resbalan por el tronco de los pinos son las lágrimas que el árbol llora cuando le cortan alguna de sus ramas. (Juan Manuel de Prada, Las esquinas del aire.)
Evitar las redundancias
Las redundancias son palabras innecesarias al ya haberse expresado sin ellas lo que se pretendía decir. Con las redundancias no hacemos más que alargar la extensión de nuestro relato, sin aportar más información al mismo. Aquí tienes algunos ejemplos:
Estar aterido de frío: aterido significa pasmado de frío, con lo cual la aclaración sobra.

Constelación de estrellas: una constelación es por definición un conjunto de estrellas; solo cabe especificar cuando la palabra se emplea en sentido figurado para referirse a un conjunto no formado por estrellas: una constelación de eruditos, por ejemplo.

Demencia cerebral: puesto que la demencia no puede referirse a otro órgano que no sea el cerebro, la expresión es redundante.

Divisas extranjeras: las divisas son monedas extranjeras por definición.

Estrenar una nueva serie: con decir “estrenar una serie” basta.

Falso pretexto: un pretexto es un motivo o causa simulada o aparente que se alega para hacer algo o para excusarse de no haberlo ejecutado, con lo que el adjetivo “falso” es innecesario.

Hijo primogénito: como la etimología de la palabra indica, primogénito es el  hijo que nace primero; huelga, pues, utilizar la palabra primogénito.
No abusar de las perífrasis
A la hora de escribir, conviene evitar también las expresiones formadas por varias palabras (perífrasis) cuando podemos acudir a un solo vocablo que significa lo mismo. De esta manera emplearemos el vocabulario con mayor precisión y propiedad, a la par que trabajaremos la brevedad de nuestro texto.

Estoy segura de que se te están ocurriendo varios ejemplos. No obstante, aquí tienes algunos:
Dar autorización es autorizar.
Dar término es terminar.
Darse cita es citarse.
En el transcurso de es durante.
Hacer entrega es entregar.
Hacer un alto es detenerse.
Hacer público es publicar.
Poner de manifiesto es manifestar.
Prestar atención es atender.
Ser de la opinión de es opinar que.
Ser objeto de insultos es ser insultado.
Tener conocimiento es saber.
Tomar el acuerdo es acordar.
Evitar los tópicos
Para no incurrir en una manera de escribir despersonalizada y huérfana de vida, hay que huir en lo posible de las expresiones demasiado manidas, los lugares comunes, las parejas de sustantivo y adjetivo que, tras haber sido utilizadas en millones de ocasiones, han perdido ya toda la fuerza estilística. Estoy segura de que has leído estos ejemplos más de una vez (y de dos):
Fiel reflejo.                                           NO DESCRIBAS A LA PROTAGONISTA DE TU RELATO COMO
Poner un broche de oro.                          
UNA BELLEZA DE PECHO TURGENTE Y PIERNAS TORNEADAS…
Claro exponente.                                      
Estrecha colaboración.                           
Merecidas vacaciones.                           
Pecho turgente.
Deseo ferviente.
Lucha encarnizada.
Piernas torneadas.
 
 
 


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