Estos días tenemos en marcha otra de las escenas del taller de escritura, y por eso quiero
aprovechar para publicar una entrada hablando de algunas de las claves para escribir un
cuento, un relato corto o un microcuento como los del taller.
Como sabéis, uno de los requisitos para participar en el taller es que los textos que nos
enviáis no pueden tener más de 750 palabras. La pregunta es: ¿se puede realmente
contar una historia con 750 palabras? ¡Por supuesto que sí! Y con muchas menos. Solo
hay que tener en cuenta que los mecanismos para contar no funcionan igual que los de la
novela.
Veamos cuáles son algunos de esos mecanismos a través de este decálogo para escribir
cuentos cortos:
1. Céntrate en la acción
Que no en la anécdota. El cuento no es solo una anécdota, ya que cuenta una historia,
pero la narración ha de estar más condensada que en la novela y centrarse en lo que
sucede, sin tiempo ni espacio para otras disertaciones.
En el cuento no hay lugar para largas descripciones o extensas divagaciones
morales o psicológicas. Esto no quiere decir que el cuento tenga que ser simple y
carecer de estos elementos. Pueden estar, pero en forma de subtexto, escondidas entre
líneas o dichas directamente con las palabras justas. ¡Es todo cuestión de espacio!
Hace tiempo leí una frase que se me quedó grabada: una novela de ciencia ficción
describe un mundo de ciencia ficción; un cuento de ciencia ficción narra hechos de ciencia
ficción. Sin embargo, ambos géneros pueden hacernos reflexionar al leerlos.
2. No quieras abarcarlo todo
A veces pecamos de querer contar historias muy ambiciosas que no tienen cabida en un
relato corto. Recuerda que el cuento, por lo general, debe ocurrir en un espacio de
tiempo breve, tener pocos personajes principales (2 o 3 como mucho) y una
localización principal. Si no logras adaptar tu historia a estas premisas, puede que estés
ante una novela corta y no de un cuento corto.
3. Busca una idea y simplifícala
Toda idea puede simplificarse siempre, sólo hay que darle una vuelta. Por ejemplo,
queremos contar la historia de un hombre que, tras pasarse muchos años dedicado a su
trabajo, logró alcanzar el éxito profesional. Fue un tipo importante, ambicioso y que llegó a
lo más alto, pero a costa de arriesgar su vida personal. Con el tiempo, cometió una serie
de errores y se arruinó, dándose cuenta de lo que realmente era importante.
¿Se puede contar una historia así en apenas 750 palabras? Sí, pero solo si la
simplificamos. Para ello, busquemos el instante con mayor fuerza, el momento de impacto
de la historia, así sabremos dónde hay que centrarse. Yo creo que el punto álgido lo
encontramos cuando se da cuenta de que se equivocó, por ello creo que deberíamos
contar la historia cuando ya lo ha perdido todo.
Por ejemplo, Fulanito es un mendigo que cada mañana pide en una esquina del centro de
la ciudad, en una zona de oficinas cerca de donde él trabajaba tiempo atrás. Los mismos
ejecutivos entre los que él se incluía antes, son ahora los que le ignoran y pasan por su
esquina sin mirarle.
Recuerda, cuando tengas tu idea, simplifícala: busca el impacto, el instante.
4. No lo cuentes, muéstralo
Este debe de ser el consejo en el que más se insiste en cualquier libro o artículo sobre
escritura, ¿verdad? Pero es que resulta fundamental y muchas veces se nos olvida, sobre
todo a la hora de escribir cuentos.
Un cuento no es un resumen de una historia, sino una historia en sí. Tomando el
mismo ejemplo del punto anterior, podríamos decir que Fulanito es un mendigo que cada
mañana pide en una esquina cerca de donde antes trabajaba. Entonces tenía mucho éxito,
aunque se acababa de divorciar y no tenía mucho tiempo para sus hijos porque solo le
importaba su trabajo bla, bla, bla… ¿Qué es esto? ¿Es una historia o el resumen de una
historia? En realidad es lo segundo.
Para narrar la historia tenemos que centrarnos en el instante, en la acción: Fulanito cuenta
las monedas de su caja y se da cuenta de que no ha sido una buena mañana. Apenas si le
alcanzará para tomarse algo caliente… Mostremos lo que ocurre, demos imágenes,
enseñemos la historia a través de la acción.
5. Mantén la estructura
Aún siendo un relato muy corto, todo cuento ha de tener una introducción, un nudo y
un desenlace. Por ejemplo: “el mendigo contando las monedas en su esquina y los
ejecutivos pasando ante él envueltos en su abrigo” sería la introducción. Es lo que nos
sitúa en la historia, en el qué, quién, dónde y cuándo.
El nudo podría ser “el mendigo está preocupado porque necesita tomarse algo caliente
pero no le llega el dinero. Sigue pidiendo pero los ejecutivos lo ignoran.” El desenlace sería
el final que le demos. Por ejemplo: “alguien se apiada de él y le da el dinero para que se
tome el café”.
6. No lo des todo, sugiérelo
En el cuento es tan importante lo que se dice como lo que se calla. Como decíamos
antes, no hay lugar para disertaciones, así que olvídate de explicar que el mendigo se
siente mal por su situación o que se arrepiente de haber perdido a su familia. Eso ha de
quedar implícito en la acción. Deja que el lector lo deduzca.
Por ejemplo, en lugar de explicar que el mendigo tenía familia y la perdió junto con su
trabajo, podemos hacer que entre los ejecutivos que cruzan ante él, el mendigo reconoce a
su hijo e intenta decirle algo. Sin embargo, el hijo se vuelve hacia él con cara de fastidio y,
sin reconocer a su padre, le da una moneda, solucionando el problema de tomar algo
caliente esa mañana. Pero, obviamente, al mendigo ya no le importa el café.
6. Cada frase cuenta
Del principio al final, cada frase del cuento tiene que estar ahí con una función. Si tienes
poco espacio, pocas palabras, aprovéchalas bien. Esto no es necesario hacerlo en la
primera escritura, pero sí en la revisión. Desmenúzalo, analiza cada frase, cada elemento,
y piensa qué función cumple en la historia. ¿Es imprescindible? Si la esencia del texto se
comprende sin esa frase, elimínala.
7. Mantén el suspense
No des toda la información al inicio. Dosifícala y lleva al lector hasta la última
palabra. Si contamos de partida que el mendigo era antes un ejecutivo y que acaba de
encontrarse con su hijo, luego nos quedamos sin dinamita.
Siempre que puedas, intenta que al final del texto haya un giro, un golpe de efecto, una
sorpresa. Que esté justificada, claro, pero que dé un nuevo sentido al texto.
Es mejor empezar por el mendigo con frío que ha de conseguir dinero para algo caliente.
Así creamos un buen punto de partida. Luego podemos contar ya que él antes era uno de
esos ejecutivos que ahora le ignoran, porque esto nos produce más curiosidad sobre el
personaje. De pronto, reconoce a alguien entre la multitud y llama su atención (más
intriga). Esta persona no le reconoce, pero le da dinero, aunque al mendigo ya no le
importa el dinero, porque el ejecutivo era su hijo (dejamos el golpe de efecto para el final).
8. Impacto posterior
Una de las cosas más difíciles pero también de las más importantes es lograr que el
cuento deje huella en lector. Una vez haya terminado, el texto ha de dejar un eco en su
interior, una reflexión, un sentimiento.
Para ello, la última frase es fundamental. Si logramos que contenga un giro o una
imagen impactante que arroje luz sobre el resto de la narración, estaremos en el buen
camino.
Volviendo al caso del ejemplo, lo ideal es llegar al final sin saber quién es el ejecutivo al
que el mendigo ha reconocido y que acaba de darle el dinero. En esa última frase (que
además debería ser corta, sencilla y directa para causar mayor impacto) revelaremos que
se trata de su hijo (un buen giro final) y dejaremos entrever que el mendigo ya no está
preocupado por el dinero (ni lo mira), sino que observa cómo su hijo se aleja sin poder
hacer nada para evitar que cometa los mismos errores que él cometió en el pasado.
9. Ambienta con poco
No tienes espacio para descripciones largas ni disertaciones, pero el cuento también ha de
tener ambientación para envolver al lector. Para ambientar en un texto muy corto, usa
el tono, el narrador, el lenguaje y selecciona las palabras adecuadas. No es lo mismo
decir “ciénaga” que decir “pantano”; tampoco es igual “bruma” que “niebla”. Cada palabra
te ayuda a construir la atmósfera. Elígelas con cuidado.
Por ejemplo, para la historia del mendigo, nos encontramos en una ciudad, una mañana de
invierno en la que hace mucho frío, pero no es necesario decir todo esto. Podemos ver el
frío en el vaho que sale de la boca del personaje o haciendo que se frote las manos
envueltas en guantes antes de contar el dinero. Incluso, mejor aún, podemos verlo todo a
través de los ejecutivos que entran en sus oficinas envueltos en gruesos abrigos mientras
ignoran al mendigo. En esta imagen sabemos que es una ciudad, que es por la mañana,
es invierno y hace frío.
10. La importancia del título
Tenemos muy poco espacio para desarrollar nuestra historia y ya hemos dejado claro que
cada palabra cuenta, ¿verdad? Pues tengamos algo de picardía y aprovechémoslas bien
todas. El título es un espacio extra que puede resultar muy útil. Lo ideal: que sugiera,
intrigue y arroje una nueva luz sobre el texto una vez se haya terminado su lectura.
¿Se os ocurre algún título para el relato del mendigo que cumpla estas características?
11. Una regla extra para escritores de
cuento
Por último, aunque ya nos salgamos de las 10 reglas del decálogo, nos queda un consejo
fundamental para cualquier escritor que quiera dedicarse a escribir cuentos, aunque no
tenga que ver con la escritura en sí: tenemos que leer cuentos. Si queremos entender
cómo funcionan y cómo se escriben, es fundamental que los conozcamos. Hay que leer a
Chéjov, a Horacio Quiroga, a Cortázar, a García Márquez, a Poe, a Borges, a Saki, a Ray
Bradbury, a Bioy Casares, a Benedetti, a Monterroso… Tantos cuentos como se pueda.
Y hasta aquí las reglas fundamentales para escribir un relato corto. ¿Qué os han parecido?
¿Alguna más que añadiríais a la lista? Y, ¿qué me decís de los cuentos? ¿Soléis leer
muchos? ¿Algún cuento o cuentista que os parezca imprescindible?
¡Feliz escritura!
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