martes, 21 de febrero de 2017

CÓMO ESCRIBIR UNA BUENA ESCALETA (Y

PARA QUÉ)
por Sergio Barrejón.
No se puede. No existen las buenas escaletas. No escribas escaletas. Huye de las

escaletas como del demonio.

Cuando digo escaleta, me refiero a lo que las productoras de ficción españolas llaman

escaleta. Que no es lo que en guión de programas se llama escaleta, sino lo que en cine

se llama un tratamiento secuenciado.
Sí, es un lío de aúpa. Pero así es nuestra “industria”. No tenemos un léxico unificado, ni

un formato unificado, ni un convenio para trabajadores autónomos… Y así nos va. Pero


hablemos de escaletas.

Situación: te llaman para hacer el proyecto de una serie. Quieren una biblia, un mapa

de tramas y el guión del primer capítulo. No hay mucho tiempo (qué curioso).

Tampoco hay mucho dinero (oh sorpresa). Negocias, y te dicen “bueno, en vez del


guión, puedes entregarnos sólo… LA ESCALETA”.

Y tú piensas “bueno, trabajo que me ahorro“.


ERROR.

Pelea por el tiempo que tienes para hacerlo. Pelea por el dinero. Pero asegúrate de

que el encargo incluye el guión, no la escaleta.

En primer lugar, redactar una escaleta no ahorra una cantidad significativa de

trabajo. Es un documento que ya te requiere el 75% del esfuerzo que te requeriría


redactar directamente el guión. Porque antes de eso, tienes que haber concebido la

estructura de la historia, tienes que haberla tramado, tienes que haberla subdividido

en escenas, aunque cada escena se reduzca a un post-it.

Tienes que haber cimentado y estructurado todo el edificio. Sólo te falta poner las

paredes, las ventanas y unas pocas tejas. Elementos imprescindibles para entrar a


vivir en el edificio, sí. Imprescindibles, pero no estructurales.

Con todo ese trabajo previo, tu cuerpo te estará pidiendo ya que te lances a escribir el

guión. Es lo lógico, y lo deseable.

Redactar una escaleta es como coger esa sólida y admirable estructura… y ponerle un

tejado de lona y unas paredes de corchopán. ¿Y para qué? ¿Sólo para que un


ejecutivo en un despacho “se haga una idea” de cómo va a quedar.

Ya te digo yo cómo va a quedar. Va a quedar de culo. Porque la sólida y admirable

estructura… no se va a ver. Nadie la va a admirar. Todo el mundo va a ver las paredes


endebles y el tejado que baila con el viento.

Ese ejecutivo en su despacho se va a leer tu escaleta después de haberse zampado el

último guión brillante de Javier Olivares y el montaje definitivo del último capítulo de

Cuéntame. Si es que hablamos de TVE. Si es Antena 3, cámbialo por el último capítulo

de Sin Identidad y la 4ª versión del guión de ese proyecto irresistible que está
desarrollando con Lavigne. Si es Tele 5, cambiálo por…
Dejémoslo.

La cuestión es que, por comparación, tu escaleta va a ser la peor pieza de narrativa que

ese ejecutivo va a leer ese día. Porque la mejor escaleta del mundo… es un coñazo de

leer. La escaleta tiene todo lo malo de la prosa y todo lo malo del guión… sin nada de


lo bueno.

Tienes que ceñirte al maldito presente de indicativo. Porque estás contando un guión,

al fin y al cabo. Puedes meter un poco de literatura aquí y allá, pero serán meros

parches. También puedes colar alguna línea de diálogo suelta, pero más en plan

decorativo que otra cosa.

En el fondo, lo que estás haciendo es poner las acciones y contar los diálogos. No hay


una manera brillante y entretenida de hacer eso. Simplemente, no puede hacerse.

Una escaleta es un híbrido indeseable, un error de la naturaleza. Un monstruo nacido


de la unión contra natura de un guionista perezoso y un ejecutivo inseguro.

El ejecutivo está inseguro porque está depositando un montón de responsabilidad (o

sea, de dinero) en manos ajenas. Le cuesta confiar en el guionista. Tal vez ni

siquiera confía en su propia decisión a la hora de contratar guionistas. Y es que no

siempre puedes tener a Javier Olivares, o a Manuel Ríos, o a Borja Cobeaga con Diego

San José.

El guionista es perezoso porque intuye que el ejecutivo no le va a entender. Porque ya

piensa en la maraña de reuniones que le esperan, explicando una y otra vez cada una

de sus decisiones. Como si su trabajo fuera saber por qué escribe cada maldita

palabra, y tener preparado un memorando para explicárselo al enésimo ayudante del


ejecutivo de desarrollo.

Así que ambos llegan a un compromiso de mínimos. La escaleta. Que es como un

guión, pero más corto, más pronto y más barato.


Y oh sorpresa, cuando el ejecutivo se lee la escaleta, encuentra que muchas

situaciones no están justificadas. Que los chistes no tienen gracia. Que los personajes

no son atractivos. Que la trama no engancha. Y que los giros son previsibles.

En otras palabras, que las paredes no aíslan y que el tejado hace aguas.


¿Y en qué posición te deja eso? ¿Cómo te defiendes? No puedes decir que las paredes
y el tejado son una mierda, porque, bueno… las has puesto tú. Tampoco te puedes
escudar en lo sólida que es la estructura, porque no está a la vista.

(Psssst, un secreto: las películas son estructura. No lo digo yo, lo dice William Goldman.
Bueno… y el sentido común. Pero, psssst, otro secreto: aunque todo el mundo, si lo
piensa un poco, reconocerá que lo más importante es la estructura, luego NADIE obra

en consecuencia. Sólo un arquitecto admira la estructura de la catedral de

Salamanca. El resto del mundo sólo ve el puto astronauta).

De manera que habrás hecho el 75% del esfuerzo… para que tu sólida y admirable

estructura acabe dinamitada, porque todo el mundo le achacará defectos que no son

de la estructura, sino de la decoración. Esa decoración que pusiste deprisa y


corriendo, por la inseguridad de un ejecutivo y por tu propia pereza.

Trata de poner esta escena es escaleta:

Necesitarás siete páginas para explicar todos los matices de la personalidad de Rick,


sin que parezca un gilipollas sin escrúpulos o directamente un sociópata con

problemas de logopedia.

Pero si gastas mucha tinta en matices, no podrás reflejar el ritmo endiablado que


quieres darle a los diálogos. Y ese ritmo cortante y sincopado es parte fundamental de

la forma de ser de Rick. Y de Renault. Sin eso, no se entenderá el final.

Pero si intentas poner algún ejemplo de los diálogos, no funcionará porque estarán

fuera de contexto. Y todo el mundo sabe que los chistes, fuera de contexto, no tienen

gracia.


Es una tarea imposible. No puede hacerse. De verdad.

Conozco sólo tres excepciones a esta norma:

1. Un proyecto original tuyo, escrito “on spec”. Si la escaleta te sirve como ayuda a ti


para estructurar la historia y reducir la escala del mapa, adelante. Nadie sabe mejor

que tú lo que necesitas para construir tu historia.

2. Una serie sin final a la vista, que ya está en producción. Entonces sí tiene sentido la


escaleta. Y no tanto para que la gente de desarrollo analice la historia, sino como

documento técnico de manejo interno. Al departamento de guión le servirá para poder

dividir el trabajo en dos equipos paralelos, escaletistas y dialoguistas. A Producción y

Dirección les permitirá avanzar trabajo: localizaciones, Arte, citaciones, etc.

3. Un guión de cine escrito por encargo. Ahí, muy frecuentemente, el guionista trabaja


mano a mano con un director que está en el proyecto desde el principio. Para que una
colaboración así sea fructífera, el director tiene que “ver” la película. (“Hacerla suya”,

que dicen ellos). Ahí sí tiene sentido partir de una sinopsis, pasar a un tratamiento… ir
poco a poco.

Pero en cualquier otro caso… Guionistas, productores, ejecutivos, amigos todos: ¿no



podríamos olvidarnos de la escaleta?
La escaleta es mala. La escaleta es caca. La escaleta es ETA.

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