Cómo usar lo “no narrado” al escribir microrrelato
Entrega 8
¿Qué es lo “no narrado”?
El concepto “no narrado” (en inglés disnarrated), ha sido
acuñado por Gerald Prince, especialista en teoría narrativa y profesor de
literatura francesa moderna en la Universidad de Pennsylvania.
Lo no narrado se refiere a toda esa información que no consta
explícitamente en el microrrelato, pero que el lector puede (y debe) deducir de
lo que sí se cuenta para completar la historia.
¿Por qué se aplica al microrrelato?
Brevedad obliga: en el microrrelato cada palabra cuenta y el
escritor debe economizar las frases. Esto obliga a eliminar todo lo superfluo:
descripciones, caracterizaciones de personajes, contexto.
Pero también significa que no hay espacio para desarrollar
aquellos aspectos de la historia que el lector necesita para su correcta
comprensión. ¿Cómo se logra esto último?
Ahí entra en juego lo no narrado. El escritor de microrrelato debe
ser un maestro de la alusión y la sugerencia y trabajar hasta encontrar la
expresión justa que permita que el lector comprenda una intención sin necesidad
de palabras innecesarias.
¿Cómo se usa?
Usarlo es sencillo, pero necesita cierta planificación. Antes de
escribir un microrrelato debes tener muy claro qué es lo que debes contar.
Recuerda, el microrrelato debe contar una historia completa; no es un
fragmento, no es un pensamiento inconexo: es una historia completa contada de
manera brevísima en la que se economizan los recursos narrativos, pero historia
al fin.
Pero, de igual modo, al escribir microrrelato deberás tener
presente qué es lo que NO vas a contar. Qué parte de la historia vas a sugerir,
va a quedar latente como una lectura entre líneas que el lector se encargará de
completar y materializar.
La alusión, la sugerencia, la metáfora son aquí imprescindibles.
Debes cuidar de que cada palabra signifique algo y, al tiempo, cuidar de
construir los huecos, lo “no narrado”, que el lector deberá completar. Ojo, lo
no narrado es vital en el microrrelato, no lo dejes en mano del azar. Tú
decides lo que no debe estar, no puede ser algo involuntario, accidental: esa
es la mejor forma de que el lector se pierda y no dé al microrrelato el sentido
que buscabas darle.
¿Dónde se usa?
Al escribir microrrelato, lo no narrado te ayudará
fundamentalmente a construir dos partes del microrrelato, ambas fundamentales:
la segunda historia y el final.
Todo microrrelato debe contar dos historias; una visible y otra
oculta. Esa “segunda historia” es a la que alude Ricardo Piglia en su tesis
sobre el cuento. Se trata de ocultar una historia chocante, disruptiva, dentro
de otra más obvia.
El truco está en sugerir y saber callar a tiempo. Tienes que dejar
que el lector construya, con las piezas que le has dado (la historia de la
superficie), la segunda historia de la que habla Piglia.
Muchos microrrelatos de escritores primerizos utilizan la fórmula
de planteamiento-nudo-desenlace. Por ejemplo, un hombre tiene novia
(planteamiento), la novia le deja (nudo), el hombre se suicida (desenlace).
Esta historia es previsible porque refleja una serie de acontecimientos
totalmente lógicos.
Chéjov escribió esta historia en sus cuadernos de notas. “Un
hombre en Montecarlo va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida“.
La estructura de esa historia sería: un hombre va al casino (planteamiento),
gana mucho dinero (nudo), se suicida (desenlace).
Como ves se rompe la cadena lógica. No es normal que alguien que
gane dinero se suicide, a menos que exista algún otro motivo oculto. Es ahí
dónde está la esencia del microrrelato. En esa historia que no se cuenta y se
insinúa.
De hecho, en el microrrelato es mucho más importante la segunda
historia que la primera. O dicho de otro modo, un buen microrrelato es aquel
que, mediante una historia, consigue contar otra completamente distinta.
Como ya sabrás, al escribir microrrelato el final es la parte más
importante. Cada palabra y cada frase deben apuntar y conducir hacia él en un
incremento de la emoción narrativa. El final debe buscar crear un impacto en el
lector.
Pero, precisamente por la economía de recursos propia del
microrrelato, el final muchas veces queda implícito. El microrrelato termina
con una elipsis y el lector debe completar la historia narrada. Por supuesto,
debes haber dado toda la información necesaria para que el lector pueda atar
cabos y llegar a la conclusión correcta. Pero ese final ausente forma parte
también de lo no narrado.
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