martes, 28 de marzo de 2017


Cómo usar lo “no narrado” al escribir microrrelato

Entrega 8

¿Qué es lo “no narrado”?

El concepto “no narrado” (en inglés disnarrated), ha sido acuñado por Gerald Prince, especialista en teoría narrativa y profesor de literatura francesa moderna en la Universidad de Pennsylvania.

Lo no narrado se refiere a toda esa información que no consta explícitamente en el microrrelato, pero que el lector puede (y debe) deducir de lo que sí se cuenta para completar la historia.

¿Por qué se aplica al microrrelato?

Brevedad obliga: en el microrrelato cada palabra cuenta y el escritor debe economizar las frases. Esto obliga a eliminar todo lo superfluo: descripciones, caracterizaciones de personajes, contexto.

Pero también significa que no hay espacio para desarrollar aquellos aspectos de la historia que el lector necesita para su correcta comprensión. ¿Cómo se logra esto último?

Ahí entra en juego lo no narrado. El escritor de microrrelato debe ser un maestro de la alusión y la sugerencia y trabajar hasta encontrar la expresión justa que permita que el lector comprenda una intención sin necesidad de palabras innecesarias.

¿Cómo se usa?

Usarlo es sencillo, pero necesita cierta planificación. Antes de escribir un microrrelato debes tener muy claro qué es lo que debes contar. Recuerda, el microrrelato debe contar una historia completa; no es un fragmento, no es un pensamiento inconexo: es una historia completa contada de manera brevísima en la que se economizan los recursos narrativos, pero historia al fin.

Pero, de igual modo, al escribir microrrelato deberás tener presente qué es lo que NO vas a contar. Qué parte de la historia vas a sugerir, va a quedar latente como una lectura entre líneas que el lector se encargará de completar y materializar.

La alusión, la sugerencia, la metáfora son aquí imprescindibles. Debes cuidar de que cada palabra signifique algo y, al tiempo, cuidar de construir los huecos, lo “no narrado”, que el lector deberá completar. Ojo, lo no narrado es vital en el microrrelato, no lo dejes en mano del azar. Tú decides lo que no debe estar, no puede ser algo involuntario, accidental: esa es la mejor forma de que el lector se pierda y no dé al microrrelato el sentido que buscabas darle.

¿Dónde se usa?

Al escribir microrrelato, lo no narrado te ayudará fundamentalmente a construir dos partes del microrrelato, ambas fundamentales: la segunda historia y el final.

Todo microrrelato debe contar dos historias; una visible y otra oculta. Esa “segunda historia” es a la que alude Ricardo Piglia en su tesis sobre el cuento. Se trata de ocultar una historia chocante, disruptiva, dentro de otra más obvia.

El truco está en sugerir y saber callar a tiempo. Tienes que dejar que el lector construya, con las piezas que le has dado (la historia de la superficie), la segunda historia de la que habla Piglia.

Muchos microrrelatos de escritores primerizos utilizan la fórmula de planteamiento-nudo-desenlace. Por ejemplo, un hombre tiene novia (planteamiento), la novia le deja (nudo), el hombre se suicida (desenlace). Esta historia es previsible porque refleja una serie de acontecimientos totalmente lógicos.

Chéjov escribió esta historia en sus cuadernos de notas. “Un hombre en Montecarlo va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida“. La estructura de esa historia sería: un hombre va al casino (planteamiento), gana mucho dinero (nudo), se suicida (desenlace).

Como ves se rompe la cadena lógica. No es normal que alguien que gane dinero se suicide, a menos que exista algún otro motivo oculto. Es ahí dónde está la esencia del microrrelato. En esa historia que no se cuenta y se insinúa.

De hecho, en el microrrelato es mucho más importante la segunda historia que la primera. O dicho de otro modo, un buen microrrelato es aquel que, mediante una historia, consigue contar otra completamente distinta.

Como ya sabrás, al escribir microrrelato el final es la parte más importante. Cada palabra y cada frase deben apuntar y conducir hacia él en un incremento de la emoción narrativa. El final debe buscar crear un impacto en el lector.

Pero, precisamente por la economía de recursos propia del microrrelato, el final muchas veces queda implícito. El microrrelato termina con una elipsis y el lector debe completar la historia narrada. Por supuesto, debes haber dado toda la información necesaria para que el lector pueda atar cabos y llegar a la conclusión correcta. Pero ese final ausente forma parte también de lo no narrado.

 

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