Le robé el corazón, Alejandro Alcalde Vicente
Ya puede empezar el trasplante, doctor.
Cuento de terror, Óscar Sipán Sanz
Cuando quisimos darnos cuenta, todos éramos funcionarios.
In extremis, Ignacio Cañas Hernández
Logré besarla. Total, era el fin del mundo.
El dinosaurio, Augusto Monterroso
Cuando
despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Este texto de 7 palabras (9, incluyendo las dos del título), del guatemalteco Augusto Monterroso, fue considerado durante mucho tiempo el cuento más breve escrito en lengua castellana, además de ser el nanorelato más famoso.
Este texto de 7 palabras (9, incluyendo las dos del título), del guatemalteco Augusto Monterroso, fue considerado durante mucho tiempo el cuento más breve escrito en lengua castellana, además de ser el nanorelato más famoso.
Cuando
el guatemalteco Monterroso inventó a su dinosaurio, no hacía algo que todos los
demás siguen como parte de las “reglas del juego” de las redes sociales. Fue un
acto revolucionario, que no se había hecho y que surgió como otra posibilidad
literaria; fue novedoso y rompió las estructuras tradicionales. Después, otros
lo siguieron.
Sin título, Gabriel Jiménez Eman
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.
Cuento de horror, Juan José Arreola
La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones.
Post-operatorio
, Adolfo
Bioy Casares
-Fueran cuales fueran los
resultados -declaró el enfermo, tres días después de la operación- la actual
terapéutica me parece muy inferior a la de los brujos, que sanaban con
encantamientos y con bailes.
Para un tesoro de sabiduría
popular, Adolfo
Bioy Casares
Me dice la tucumana: “Si te pica una araña, mátala en el acto. Igual
distancia recorrerán la araña desde la picadura y el veneno hacia tu corazón”.
El Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio, Augusto Monterroso
El Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio, Augusto Monterroso
Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho.
El Emigrante, Luis Felipe Lornelí
-¿Olvida usted algo? – Ojalá.
El destino, Franz Kafka
Una jaula salió en busca de un pájaro.
Después de la guerra, Alejandro Jodorowsky
El último ser humano vivo lanzó la
última paletada de tierra sobre el último muerto. En ese instante mismo supo
que era inmortal, porque la muerte sólo existe en la mirada del otro.
El melómano, Eusebio Ruvalcaba
Compra discos, lee biografías de
músicos, colecciona programas de mano. Por sus venas circula música. Y muchas
veces ama aun más la música que los propios músicos. Pero llora en vez de
tocar.
Cuento de arena, Jairo Aníbal Niño
Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.
Fundición y forja, Jairo Aníbal Niño
Todo se imaginó Superman, menos que caería derrotado en aquella playa caliente y que su cuerpo fundido, serviría después para hacer tres docenas de tornillos de acero, de regular calidad.
A primera vista, Poli Délano
Verse y amarse locamente fue una sola cosa. Ella tenía los colmillos largos y afilados. Él tenía la piel blanda y suave: estaban hechos el uno para el otro.
Motivo literario, Mónica Lavín
Le escribió tantos versos, cuentos, canciones y hasta novelas que
una noche, al buscar con ardor su cuerpo tibio, no encontró más que una hoja de
papel entre las sábanas.
Amor 77, Julio Cortázar
Amor 77, Julio Cortázar
Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.
Don Quijote cuerdo, Marco Denevi
El único momento en que Sancho Panza no dudó de la cordura de don Quijote fue cuando lo nombraron (a él, a Sancho) gobernador de la ínsula Barataria.
69, Ana María Shua
Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre
extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el
muy obstinado me sigue soñando.
El harén de un tímido, René Avilés Fabila
Cómo temía decirles que no, opté por conservar a todas las mujeres que he amado.
¡Sorpresa!, José Costa Santiago
La primera mañana después de mi muerte.
Fiesta completa, Eugenio Mandrini
Y llovieron panes sobre el circo.
Toque de queda, Omar Lara
—Quédate, le dije.
Y la toqué.
Cálculos renales, Agustín Monsreal
¡Cuánto sufrí para poder arrojar la primera piedra!
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