martes, 28 de febrero de 2017




Taller de cuentos y relatos breves                            DEBERES – 4
Relat utilitzant el narrador omniscient (el narrador ho sap tot: passat, present, futur, sentiments i pensaments de tots els personatges).
De 1 full i mig a 2 fulls. Lletra 12






La acción
La acción es lo que sustenta el relato.
Sin acción no existe el relato.
La acción debe ser ràpida, usando verbos principalmente.
El principal enemiga de la acción son los adjetivos y los adverbios.
La acción puede ser:
Física.
Sicológica.
Una combinación de ambas.
 
Momentos cruciales de la narrativa clàssica
El conflicto
El clímax
El desenlace




Siete pasos para escribir microrrelatos

Entrega 4

1. Una idea concreta

Para escribir microrrelatos es mejor centrarse en ideas concretas, buscar un aspecto preciso de algo complejo y centrarse en ello.

Por ejemplo, para describir la relación entre padres e hijos podría hacer falta una novela. Pero si te centras en una única faceta de esa temática, puedes concretar una historia con pocas palabras. Piensa en el momento de entregar las notas a tus padres, o tus sentimientos cuando tus padres te excluían de sus conversaciones importantes, o el aburrimiento en el coche mientras tu madre conducía.

2. Sin preámbulo

En el microrrelato no puedes desperdiciar palabras en presentar la historia. Esta debe quedar esbozada de manera sucinta o bien desprenderse del contexto. Otra opción es utilizar el título para que este actúe como preámbulo aclaratorio.

3. Comenzar en el medio de la acción

Como ya hemos visto, en el microrrelato hay que ir al grano: van a ejecutar a un hombre, una bomba acaba de ser desconectada, hay un monstruo en el sótano... Debes describir lo esencial, pero haciéndolo de tal manera que al lector le resulte fácil completar los espacios en blanco de la historia.

4. Centrarse en una imagen

Uno de los pasos más importantes para escribir microrrelatos es la evocación. Al contrario que en el relato o en la novela, el microrrelato discurre en un único espacio. Por eso tienes que lograr hacer ese espacio presente mediante una imagen potente, con un gran poder evocador, que se dibuje de forma nítida en la mente del lector.

5. Mantener el misterio

El microrrelato permite como ningún otro género jugar con el lector, hacerle participar. Debes tratar de incluir en la historia una pequeña dosis de tensión o misterio y mantenerla hasta el final.

Hay que lograr que el lector conjeture cuál será la resolución, incluso engañarle para que piense en un determinado final. Después podrás sorprenderle con algo inesperado.

6. Usar referencias alusivas

Mediante el uso de referencias a historias, personajes o ideas que permanecen en el imaginario colectivo te puedes ahorrar muchas palabras.

Por ejemplo, si tu historia sucede en el Titanic el contexto y el final estarán claros para el lector desde un principio. Cuidado no obstante con incluir referencias tan oscuras que el lector no pueda descifrarlas.

7. Vuelta de tuerca

Como hemos dicho, el final es la piedra angular del microrrelato. Como debe tener un importante ingrediente de sorpresa, es fundamental saber aplicar una vuelta de tuerca que de un vuelco a la historia e introduzca un final chocante.

 

El tono narrativo

 

La combinación del estilo y la descripción y el lenguaje produce ciertos efectos sobre el ánimo del lector: establece un medio emotivo. El tono puede ser melancólico o alegre, oscuro o misterioso, puede sugerir el terror o la inocencia. EL TONO ES LA ACTITUD QUE ADOPTA EL NARRADOR ANTE LOS ASUNTOS TEXTUALES, ES DECIR, ANTE LO QUE ESTÁ NARRANDO, ANTE LO QUE EL AUTOR QUIERE COMUNICAR. 

El tono puede ser más grave o más agudo, más monótono o más cantarín, más serio o coloquial, y marcará la cadencia del discurso. Los mismos hechos narrados en tonos distintos adquirirán distinta relevancia, pudiendo navegar la narración entre los extremos de la tragedia y de la farsa; de la alegría y el miedo; la excitación o la apatía.

Es fundamental para lograrlo la elección de las palabras. Los muebles descoloridos o astillados, alguien que arrastra sus pies, que levanta una antigua foto familiar con un brazo huesudo, que lleva puesta una chaqueta gris de paño y tose constantemente… nos trasladan a una atmósfera oscura, febril; en cambio, un gatito que tiene nombre porque es un amigo, da brincos por la sala porque está contento, que saluda frotando su lomo contra la pierna del personaje o se aleja altivo, según su estado de ánimo, nos trasmite una alegría: el texto parece estar inundado de una luz que falta en el anterior ejemplo.

Las palabras abstractas son las que no se pueden percibir con los sentidos, mientras las palabras concretas son aquellas que se pueden percibir y medir. Por ejemplo, la palabra “Amarilla” es concreta, pero la palabra “agradable” es abstracta. Las palabras abstractas “dicen”, y son utilizadas para moverse entre eventos. Las palabras concretas “muestran”, y son utilizadas para escenas críticas porque colocan al lector en las escenas con los personajes.

Las palabras generales son vagas, como “auto” o “perro”. Estas son palabras concretas, pero se pueden aplicar para un gran número de carros o gatos específicos, para que el lector se pueda imaginar lo que él o ella quiera. En cambio, las palabras específicas como “Labrador” y “Ferrari” restringen al lector con una imagen específica.

Observa el simbolismo. Esto es un lenguaje descriptivo que revela lo que el autor o el personaje piensa o siente sobre lo que está pasando

Un autor que escribe sobre un personaje nadando en un lago de agua caliente y lo describe como un baño de agua caliente, sugiere que el lago es incitante, relajante y calmante. Un autor que describe el mismo nado como si estuvieras en una olla de agua caliente puede sugerir incomodidad.

Estudia los detalles. Ningún autor puede incluir cada detalle del personaje, una escena o un evento en la historia. Qué detalles se incluyen y cuáles se omiten son indicadores importantes del tono.

Un autor puede describir una casa como si tuviera flores alegres en el jardín de en frente, lo cual sugiere que la casa es feliz para ocupantes felices. Otro autor puede no mencionar las flores pero habla de la pintura raída y ventanas sucias, sugiriendo que la casa es un lugar deprimente ocupada por gente deprimida.

Escucha el lenguaje. El autor puede escoger palabras acorde a su connotación, un significado más allá de su definición literal, que es sugerida por una palabra, a fin de revelar al lector, la actitud del autor hacia el tema.

Un autor se puede referir al perro como un cachorro cariñoso, mientras que un autor que odie o le tema a los perros con el adjetivo perro de “mala raza”. Un autor que se refiera a los niños como mocosos puede tener una diferente actitud hacia los niños que aquellos que los llaman ratas.

El crepúsculo y el anochecer son descritos como periodos del tiempo entre el ocaso y la oscuridad total, pero pueden sugerir distintas cosas. El anochecer es más oscuridad que la luz y puede significar que la noche se está acercando rápidamente, con todas esas cosas terribles que suceden en la noche. En contraste, el crepúsculo puede sugerir que el amanecer, lo cual representa un nuevo inicio, está cerca y que el sol ya se puso, señalando el final de un día difícil.

El orden de palabras en una oración puede dar una señal sobre la parte en la cual tienes que prestar mucha atención. Generalmente, el gran énfasis se da al final de la oración “John llevó flores” enfatiza lo que John llevó, mientras que “Las flores fueron llevadas por John” enfatiza quien llevó las flores. Invirtiendo el orden de las palabras, el autor sorprende al lector sobre quien llevó las flores.

Muchos autores romperán las reglas de la sintaxis a propósito con el fin de lograr un efecto deseado. Por ejemplo un autor puede optar por colocar un sustantivo antes de sus adjetivos, llamado hipérbaton, para agregar valor a los adjetivos y hacer que la oración sea más dramática. “El día, oscuro y gris” alienta a que el lector le preste más atención a la naturaleza inusual del día.

El tono se refiere a cómo el autor se siente sobre el tema, mientras el estado de ánimo se refiere a la forma en que el lector se le hace sentir acerca del tema por el autor.

Ya hemos visto que la voz del narrador resulta decisiva para introducir aquello que queremos contar al lector. Hablamos de voz porque hay algo de oralidad en cualquier texto escrito. Aunque el lector sigue con los ojos, en silencio, las palabras y las frases, le parece estar escuchando, en su interior, cómo alguien le va relatando (en un tono frío o suave o amenazante) aquello que lee. Es por eso que somos sensibles al ritmo, a la melodía y resonancia de las palabras, a las cacofonías… Sin voz, sin sonido, todo esto no existiría.

Conjunto de textos recopilados de Internet

 

martes, 21 de febrero de 2017


Taller de cuentos y relatos breves                                        DEBERES – 3

 
 




Mira la imatge, imagina’t una historia i escriu-la des de la perspectiva del narrador testimoni. Pensant en el concurs, fes-lo d’una pàgina i mitja o dues pàgines.

NARRADOR TESTIGO IMPERSONAL:

Testigo impersonal: está determinado por la fotografía y el cine, ya que nos da la mirada de una cámara. Casi siempre en tiempo presente, se limita a contar lo que se ve. Como ejemplo de este tipo de narrador, tenemos La Colmena, de Camilo José Cela.

Don Pablo extiende el periódico sobre la mesa y lee los titulares. Por encima de su hombro, Pepe procura enterarse. La señorita Elvira hace una seña al chico.

  
Estos días tenemos en marcha otra de las escenas del taller de escritura, y por eso quiero




aprovechar para publicar una entrada hablando de algunas de las claves para escribir un

cuento, un relato corto o un microcuento como los del taller.

Como sabéis, uno de los requisitos para participar en el taller es que los textos que nos

enviáis no pueden tener más de 750 palabras. La pregunta es: ¿se puede realmente

contar una historia con 750 palabras? ¡Por supuesto que sí! Y con muchas menos. Solo

hay que tener en cuenta que los mecanismos para contar no funcionan igual que los de la

novela.

Veamos cuáles son algunos de esos mecanismos a través de este decálogo para escribir

cuentos cortos:
1. Céntrate en la acción
Que no en la anécdota. El cuento no es solo una anécdota, ya que cuenta una historia,

pero la narración ha de estar más condensada que en la novela y centrarse en lo que

sucede, sin tiempo ni espacio para otras disertaciones.
En el cuento no hay lugar para largas descripciones o extensas divagaciones

morales o psicológicas. Esto no quiere decir que el cuento tenga que ser simple y




carecer de estos elementos. Pueden estar, pero en forma de subtexto, escondidas entre

líneas o dichas directamente con las palabras justas. ¡Es todo cuestión de espacio!

Hace tiempo leí una frase que se me quedó grabada: una novela de ciencia ficción

describe un mundo de ciencia ficción; un cuento de ciencia ficción narra hechos de ciencia

ficción. Sin embargo, ambos géneros pueden hacernos reflexionar al leerlos.
2. No quieras abarcarlo todo
A veces pecamos de querer contar historias muy ambiciosas que no tienen cabida en un

relato corto. Recuerda que el cuento, por lo general, debe ocurrir en un espacio de





tiempo breve, tener pocos personajes principales (2 o 3 como mucho) y una

localización principal. Si no logras adaptar tu historia a estas premisas, puede que estés




ante una novela corta y no de un cuento corto.
3. Busca una idea y simplifícala
Toda idea puede simplificarse siempre, sólo hay que darle una vuelta. Por ejemplo,

queremos contar la historia de un hombre que, tras pasarse muchos años dedicado a su

trabajo, logró alcanzar el éxito profesional. Fue un tipo importante, ambicioso y que llegó a

lo más alto, pero a costa de arriesgar su vida personal. Con el tiempo, cometió una serie

de errores y se arruinó, dándose cuenta de lo que realmente era importante.

¿Se puede contar una historia así en apenas 750 palabras? Sí, pero solo si la

simplificamos. Para ello, busquemos el instante con mayor fuerza, el momento de impacto

de la historia, así sabremos dónde hay que centrarse. Yo creo que el punto álgido lo

encontramos cuando se da cuenta de que se equivocó, por ello creo que deberíamos

contar la historia cuando ya lo ha perdido todo.

Por ejemplo, Fulanito es un mendigo que cada mañana pide en una esquina del centro de

la ciudad, en una zona de oficinas cerca de donde él trabajaba tiempo atrás. Los mismos

ejecutivos entre los que él se incluía antes, son ahora los que le ignoran y pasan por su

esquina sin mirarle.

Recuerda, cuando tengas tu idea, simplifícala: busca el impacto, el instante.





4. No lo cuentes, muéstralo
Este debe de ser el consejo en el que más se insiste en cualquier libro o artículo sobre

escritura, ¿verdad? Pero es que resulta fundamental y muchas veces se nos olvida, sobre

todo a la hora de escribir cuentos.

Un cuento no es un resumen de una historia, sino una historia en sí. Tomando el

mismo ejemplo del punto anterior, podríamos decir que Fulanito es un mendigo que cada




mañana pide en una esquina cerca de donde antes trabajaba. Entonces tenía mucho éxito,

aunque se acababa de divorciar y no tenía mucho tiempo para sus hijos porque solo le
importaba su trabajo bla, bla, bla… ¿Qué es esto? ¿Es una historia o el resumen de una
historia? En realidad es lo segundo.

Para narrar la historia tenemos que centrarnos en el instante, en la acción: Fulanito cuenta

las monedas de su caja y se da cuenta de que no ha sido una buena mañana. Apenas si le

alcanzará para tomarse algo caliente… Mostremos lo que ocurre, demos imágenes,

enseñemos la historia a través de la acción.





5. Mantén la estructura

Aún siendo un relato muy corto, todo cuento ha de tener una introducción, un nudo y

un desenlace. Por ejemplo: “el mendigo contando las monedas en su esquina y los




ejecutivos pasando ante él envueltos en su abrigo” sería la introducción. Es lo que nos
sitúa en la historia, en el qué, quién, dónde y cuándo.
El nudo podría ser “el mendigo está preocupado porque necesita tomarse algo caliente

pero no le llega el dinero. Sigue pidiendo pero los ejecutivos lo ignoran.” El desenlace sería

el final que le demos. Por ejemplo: “alguien se apiada de él y le da el dinero para que se




tome el café”.
6. No lo des todo, sugiérelo

En el cuento es tan importante lo que se dice como lo que se calla. Como decíamos




antes, no hay lugar para disertaciones, así que olvídate de explicar que el mendigo se

siente mal por su situación o que se arrepiente de haber perdido a su familia. Eso ha de

quedar implícito en la acción. Deja que el lector lo deduzca.

Por ejemplo, en lugar de explicar que el mendigo tenía familia y la perdió junto con su

trabajo, podemos hacer que entre los ejecutivos que cruzan ante él, el mendigo reconoce a

su hijo e intenta decirle algo. Sin embargo, el hijo se vuelve hacia él con cara de fastidio y,

sin reconocer a su padre, le da una moneda, solucionando el problema de tomar algo

caliente esa mañana. Pero, obviamente, al mendigo ya no le importa el café.
6. Cada frase cuenta

Del principio al final, cada frase del cuento tiene que estar ahí con una función. Si tienes

poco espacio, pocas palabras, aprovéchalas bien. Esto no es necesario hacerlo en la




primera escritura, pero sí en la revisión. Desmenúzalo, analiza cada frase, cada elemento,

y piensa qué función cumple en la historia. ¿Es imprescindible? Si la esencia del texto se

comprende sin esa frase, elimínala.
7. Mantén el suspense
No des toda la información al inicio. Dosifícala y lleva al lector hasta la última

palabra. Si contamos de partida que el mendigo era antes un ejecutivo y que acaba de




encontrarse con su hijo, luego nos quedamos sin dinamita.

Siempre que puedas, intenta que al final del texto haya un giro, un golpe de efecto, una




sorpresa. Que esté justificada, claro, pero que dé un nuevo sentido al texto.

Es mejor empezar por el mendigo con frío que ha de conseguir dinero para algo caliente.

Así creamos un buen punto de partida. Luego podemos contar ya que él antes era uno de

esos ejecutivos que ahora le ignoran, porque esto nos produce más curiosidad sobre el

personaje. De pronto, reconoce a alguien entre la multitud y llama su atención (más

intriga). Esta persona no le reconoce, pero le da dinero, aunque al mendigo ya no le

importa el dinero, porque el ejecutivo era su hijo (dejamos el golpe de efecto para el final).
8. Impacto posterior

Una de las cosas más difíciles pero también de las más importantes es lograr que el

cuento deje huella en lector. Una vez haya terminado, el texto ha de dejar un eco en su




interior, una reflexión, un sentimiento.

Para ello, la última frase es fundamental. Si logramos que contenga un giro o una




imagen impactante que arroje luz sobre el resto de la narración, estaremos en el buen

camino.

Volviendo al caso del ejemplo, lo ideal es llegar al final sin saber quién es el ejecutivo al

que el mendigo ha reconocido y que acaba de darle el dinero. En esa última frase (que

además debería ser corta, sencilla y directa para causar mayor impacto) revelaremos que

se trata de su hijo (un buen giro final) y dejaremos entrever que el mendigo ya no está

preocupado por el dinero (ni lo mira), sino que observa cómo su hijo se aleja sin poder

hacer nada para evitar que cometa los mismos errores que él cometió en el pasado.
9. Ambienta con poco
No tienes espacio para descripciones largas ni disertaciones, pero el cuento también ha de

tener ambientación para envolver al lector. Para ambientar en un texto muy corto, usa

el tono, el narrador, el lenguaje y selecciona las palabras adecuadas. No es lo mismo

decir “ciénaga” que decir “pantano”; tampoco es igual “bruma” que “niebla”. Cada palabra

te ayuda a construir la atmósfera. Elígelas con cuidado.




Por ejemplo, para la historia del mendigo, nos encontramos en una ciudad, una mañana de

invierno en la que hace mucho frío, pero no es necesario decir todo esto. Podemos ver el

frío en el vaho que sale de la boca del personaje o haciendo que se frote las manos

envueltas en guantes antes de contar el dinero. Incluso, mejor aún, podemos verlo todo a

través de los ejecutivos que entran en sus oficinas envueltos en gruesos abrigos mientras

ignoran al mendigo. En esta imagen sabemos que es una ciudad, que es por la mañana,

es invierno y hace frío.
10. La importancia del título
Tenemos muy poco espacio para desarrollar nuestra historia y ya hemos dejado claro que

cada palabra cuenta, ¿verdad? Pues tengamos algo de picardía y aprovechémoslas bien

todas. El título es un espacio extra que puede resultar muy útil. Lo ideal: que sugiera,

intrigue y arroje una nueva luz sobre el texto una vez se haya terminado su lectura.




¿Se os ocurre algún título para el relato del mendigo que cumpla estas características?
11. Una regla extra para escritores de

cuento
Por último, aunque ya nos salgamos de las 10 reglas del decálogo, nos queda un consejo

fundamental para cualquier escritor que quiera dedicarse a escribir cuentos, aunque no

tenga que ver con la escritura en sí: tenemos que leer cuentos. Si queremos entender




cómo funcionan y cómo se escriben, es fundamental que los conozcamos. Hay que leer a

Chéjov, a Horacio Quiroga, a Cortázar, a García Márquez, a Poe, a Borges, a Saki, a Ray

Bradbury, a Bioy Casares, a Benedetti, a Monterroso… Tantos cuentos como se pueda.




Y hasta aquí las reglas fundamentales para escribir un relato corto. ¿Qué os han parecido?

¿Alguna más que añadiríais a la lista? Y, ¿qué me decís de los cuentos? ¿Soléis leer

muchos? ¿Algún cuento o cuentista que os parezca imprescindible?

¡Feliz escritura!

CÓMO ESCRIBIR UNA BUENA ESCALETA (Y

PARA QUÉ)
por Sergio Barrejón.
No se puede. No existen las buenas escaletas. No escribas escaletas. Huye de las

escaletas como del demonio.

Cuando digo escaleta, me refiero a lo que las productoras de ficción españolas llaman

escaleta. Que no es lo que en guión de programas se llama escaleta, sino lo que en cine

se llama un tratamiento secuenciado.
Sí, es un lío de aúpa. Pero así es nuestra “industria”. No tenemos un léxico unificado, ni

un formato unificado, ni un convenio para trabajadores autónomos… Y así nos va. Pero


hablemos de escaletas.

Situación: te llaman para hacer el proyecto de una serie. Quieren una biblia, un mapa

de tramas y el guión del primer capítulo. No hay mucho tiempo (qué curioso).

Tampoco hay mucho dinero (oh sorpresa). Negocias, y te dicen “bueno, en vez del


guión, puedes entregarnos sólo… LA ESCALETA”.

Y tú piensas “bueno, trabajo que me ahorro“.


ERROR.

Pelea por el tiempo que tienes para hacerlo. Pelea por el dinero. Pero asegúrate de

que el encargo incluye el guión, no la escaleta.

En primer lugar, redactar una escaleta no ahorra una cantidad significativa de

trabajo. Es un documento que ya te requiere el 75% del esfuerzo que te requeriría


redactar directamente el guión. Porque antes de eso, tienes que haber concebido la

estructura de la historia, tienes que haberla tramado, tienes que haberla subdividido

en escenas, aunque cada escena se reduzca a un post-it.

Tienes que haber cimentado y estructurado todo el edificio. Sólo te falta poner las

paredes, las ventanas y unas pocas tejas. Elementos imprescindibles para entrar a


vivir en el edificio, sí. Imprescindibles, pero no estructurales.

Con todo ese trabajo previo, tu cuerpo te estará pidiendo ya que te lances a escribir el

guión. Es lo lógico, y lo deseable.

Redactar una escaleta es como coger esa sólida y admirable estructura… y ponerle un

tejado de lona y unas paredes de corchopán. ¿Y para qué? ¿Sólo para que un


ejecutivo en un despacho “se haga una idea” de cómo va a quedar.

Ya te digo yo cómo va a quedar. Va a quedar de culo. Porque la sólida y admirable

estructura… no se va a ver. Nadie la va a admirar. Todo el mundo va a ver las paredes


endebles y el tejado que baila con el viento.

Ese ejecutivo en su despacho se va a leer tu escaleta después de haberse zampado el

último guión brillante de Javier Olivares y el montaje definitivo del último capítulo de

Cuéntame. Si es que hablamos de TVE. Si es Antena 3, cámbialo por el último capítulo

de Sin Identidad y la 4ª versión del guión de ese proyecto irresistible que está
desarrollando con Lavigne. Si es Tele 5, cambiálo por…
Dejémoslo.

La cuestión es que, por comparación, tu escaleta va a ser la peor pieza de narrativa que

ese ejecutivo va a leer ese día. Porque la mejor escaleta del mundo… es un coñazo de

leer. La escaleta tiene todo lo malo de la prosa y todo lo malo del guión… sin nada de


lo bueno.

Tienes que ceñirte al maldito presente de indicativo. Porque estás contando un guión,

al fin y al cabo. Puedes meter un poco de literatura aquí y allá, pero serán meros

parches. También puedes colar alguna línea de diálogo suelta, pero más en plan

decorativo que otra cosa.

En el fondo, lo que estás haciendo es poner las acciones y contar los diálogos. No hay


una manera brillante y entretenida de hacer eso. Simplemente, no puede hacerse.

Una escaleta es un híbrido indeseable, un error de la naturaleza. Un monstruo nacido


de la unión contra natura de un guionista perezoso y un ejecutivo inseguro.

El ejecutivo está inseguro porque está depositando un montón de responsabilidad (o

sea, de dinero) en manos ajenas. Le cuesta confiar en el guionista. Tal vez ni

siquiera confía en su propia decisión a la hora de contratar guionistas. Y es que no

siempre puedes tener a Javier Olivares, o a Manuel Ríos, o a Borja Cobeaga con Diego

San José.

El guionista es perezoso porque intuye que el ejecutivo no le va a entender. Porque ya

piensa en la maraña de reuniones que le esperan, explicando una y otra vez cada una

de sus decisiones. Como si su trabajo fuera saber por qué escribe cada maldita

palabra, y tener preparado un memorando para explicárselo al enésimo ayudante del


ejecutivo de desarrollo.

Así que ambos llegan a un compromiso de mínimos. La escaleta. Que es como un

guión, pero más corto, más pronto y más barato.


Y oh sorpresa, cuando el ejecutivo se lee la escaleta, encuentra que muchas

situaciones no están justificadas. Que los chistes no tienen gracia. Que los personajes

no son atractivos. Que la trama no engancha. Y que los giros son previsibles.

En otras palabras, que las paredes no aíslan y que el tejado hace aguas.


¿Y en qué posición te deja eso? ¿Cómo te defiendes? No puedes decir que las paredes
y el tejado son una mierda, porque, bueno… las has puesto tú. Tampoco te puedes
escudar en lo sólida que es la estructura, porque no está a la vista.

(Psssst, un secreto: las películas son estructura. No lo digo yo, lo dice William Goldman.
Bueno… y el sentido común. Pero, psssst, otro secreto: aunque todo el mundo, si lo
piensa un poco, reconocerá que lo más importante es la estructura, luego NADIE obra

en consecuencia. Sólo un arquitecto admira la estructura de la catedral de

Salamanca. El resto del mundo sólo ve el puto astronauta).

De manera que habrás hecho el 75% del esfuerzo… para que tu sólida y admirable

estructura acabe dinamitada, porque todo el mundo le achacará defectos que no son

de la estructura, sino de la decoración. Esa decoración que pusiste deprisa y


corriendo, por la inseguridad de un ejecutivo y por tu propia pereza.

Trata de poner esta escena es escaleta:

Necesitarás siete páginas para explicar todos los matices de la personalidad de Rick,


sin que parezca un gilipollas sin escrúpulos o directamente un sociópata con

problemas de logopedia.

Pero si gastas mucha tinta en matices, no podrás reflejar el ritmo endiablado que


quieres darle a los diálogos. Y ese ritmo cortante y sincopado es parte fundamental de

la forma de ser de Rick. Y de Renault. Sin eso, no se entenderá el final.

Pero si intentas poner algún ejemplo de los diálogos, no funcionará porque estarán

fuera de contexto. Y todo el mundo sabe que los chistes, fuera de contexto, no tienen

gracia.


Es una tarea imposible. No puede hacerse. De verdad.

Conozco sólo tres excepciones a esta norma:

1. Un proyecto original tuyo, escrito “on spec”. Si la escaleta te sirve como ayuda a ti


para estructurar la historia y reducir la escala del mapa, adelante. Nadie sabe mejor

que tú lo que necesitas para construir tu historia.

2. Una serie sin final a la vista, que ya está en producción. Entonces sí tiene sentido la


escaleta. Y no tanto para que la gente de desarrollo analice la historia, sino como

documento técnico de manejo interno. Al departamento de guión le servirá para poder

dividir el trabajo en dos equipos paralelos, escaletistas y dialoguistas. A Producción y

Dirección les permitirá avanzar trabajo: localizaciones, Arte, citaciones, etc.

3. Un guión de cine escrito por encargo. Ahí, muy frecuentemente, el guionista trabaja


mano a mano con un director que está en el proyecto desde el principio. Para que una
colaboración así sea fructífera, el director tiene que “ver” la película. (“Hacerla suya”,

que dicen ellos). Ahí sí tiene sentido partir de una sinopsis, pasar a un tratamiento… ir
poco a poco.

Pero en cualquier otro caso… Guionistas, productores, ejecutivos, amigos todos: ¿no



podríamos olvidarnos de la escaleta?
La escaleta es mala. La escaleta es caca. La escaleta es ETA.