martes, 28 de marzo de 2017


Taller de cuentos y relatos breves                                        DEBERES – 8

Escriviu un relat en el que l’atmosfera (l’espai psicològic)  sigui el protagonista principal

 

 

Espacio psicológico

Es la atmósfera espiritual que envuelve a los personajes y a toda la acción, según los conflictos que se planteen: amor, violencia, odio, venganza, desilusión, soledad, etc. Por ejemplo, un clima de soledad e incomunicación condiciona el comportamiento de los personajes y define las características del acontecer.

La observación del espacio sicológico o atmósfera que presenta una obra determinada, nos permite apreciar cabalmente el extraordinario poder que posee la palabra literaria.

 

Ejemplo:

En toda aquella escena había algo angustioso, y en el piso un calor sofocante como si el aire estuviera estancado y podrido”.

(Carmen Laforet, Nada, fragmento)

 

 

El espacio y el tiempo en la Narración

Por el profesor Víctor Millares

 

1.- El espacio

 

Corresponde al lugar o los lugares donde transcurren los acontecimientos en un tiempo determinado. No obstante, el espacio narrativo no sólo abarca los lugares físicos en los que transcurre la acción, sino que, también, la atmósfera espiritual que se crea en la obra y el ámbito social en que se desenvuelven los acontecimientos.

 

Espacio físico o escenario

Es el lugar o los lugares concretos y determinados donde ocurren los hechos. Puede ser un espacio abierto: natural, urbano, rural, marítimo, etc., o por el contrario, un espacio cerrado: el interior de una casa, un cine, un bar, una escuela, etc. Este tipo de escenario se presenta mediante pasajes descriptivos, en los cuales, se detiene la acción narrativa.

 

Ejemplo:

Lo que estaba delante de mí era un recibidor alumbrado por la única y débil bombilla que quedaba sujeta a uno de los brazos de la lámpara, magnífica y sucia de telarañas, que colgaba del techo. Un fondo oscuro de muebles colocados unos sobre otros como en las mudanzas”.

(Carmen Laforet, Nada, fragmento)

 

Espacio psicológico

Es la atmósfera espiritual que envuelve a los personajes y a toda la acción, según los conflictos que se planteen: amor, violencia, odio, venganza, desilusión, soledad, etc. Por ejemplo, un clima de soledad e incomunicación condiciona el comportamiento de los personajes y define las características del acontecer.

La observación del espacio sicológico o atmósfera que presenta una obra determinada, nos permite apreciar cabalmente el extraordinario poder que posee la palabra literaria.

 

Ejemplo:

En toda aquella escena había algo angustioso, y en el piso un calor sofocante como si el aire estuviera estancado y podrido”.

(Carmen Laforet, Nada, fragmento)

 

 

Espacio social

Se refiere al entorno cultural, religioso, económico, moral o social en el que se desarrolla la acción narrada. Los personajes tienen un nivel intelectual, cultural; pertenecen o se agrupan en sectores sociales y manifiestan determinadas ideas religiosas o políticas.

 

Ejemplo:

“La familia de don Dámaso Encina era noble en Santiago por derecho pecunario y, como tal, gozaba de los miramientos sociales (…). Se distinguía por el gusto hacia el lujo, que por entonces principiaba a apoderarse de nuestra sociedad y aumentaba su prestigio con la solidez del crédito de don Dámaso, que tenía por principal negocio el de la usura en gran escala, tan común entre los capitalistas chilenos”.

(Alberto Blest Gana, Martín Rivas, fragmento)

 

 

 

 

2.- El tiempo

 

El tiempo adquiere un valor diferente, según se trate de un relato real o imaginario, ya sea realista o fantástico. El tiempo puede referirse a un hecho histórico, al origen en que se cuentan los hechos o bien al tiempo real del lector. El tiempo ficticio es diferente al tiempo real.

 

El tiempo de la historia

Corresponde a la presentación en un orden lógico y causal de los acontecimientos del relato, en otras palabras, se refiere a la sucesión lineal de los acontecimientos tal como se encadenan en la realidad. Asimismo, se utiliza el término fabula para referirse a esta reproducción cronológica y ordenada de los hechos en el texto narrativo.

 

Tiempo del relato

Es la disposición estética del acontecer en la narración. El narrador dispone arbitrariamente el orden de los acontecimientos. El narrador organización estética del tiempo de la historia, instaurando una temporalidad artística. De esta forma, encontramos una serie de técnicas que permiten ordenar estéticamente el relato, las que veremos posteriormente.

 

El tiempo referencial histórico

Se refiere al tiempo real en que se ubican los hechos narrados. Por ejemplo, en el poema del Cid, sería el siglo XII; época medieval de la monarquía. Por otra parte podría aludir al tiempo del escritor, es decir, al contexto social y cultural en que se produjo la obra.

 

 

Disposición de los acontecimientos

Se refiere a las alteraciones en la temporalidad de la narración, en otras palabras, nos referimos al tiempo del relato y las técnicas que permiten una presentación estética de los acontecimientos. De esta forma, aparece la anacronía que es una ruptura temporal en la narración y aparece cuando el relato se detiene instantáneamente y se introduce un hecho nuevo con una cronología distinta a la que exige la lógica causa – efecto.

Existen dos formas de anacronía:

 

Analepsis (Flashback): Es una retrospección. Se vuelve al pasado y se relata un hecho anterior al tiempo del acontecimiento principal.

 

Prolepsis: llamada también prospección o anticipación, alude a la mirada del narrador hacia el futuro, es decir, se narra un hecho que ocurrirá después del tiempo del relato.

 

 

Cómo usar lo “no narrado” al escribir microrrelato

Entrega 8

¿Qué es lo “no narrado”?

El concepto “no narrado” (en inglés disnarrated), ha sido acuñado por Gerald Prince, especialista en teoría narrativa y profesor de literatura francesa moderna en la Universidad de Pennsylvania.

Lo no narrado se refiere a toda esa información que no consta explícitamente en el microrrelato, pero que el lector puede (y debe) deducir de lo que sí se cuenta para completar la historia.

¿Por qué se aplica al microrrelato?

Brevedad obliga: en el microrrelato cada palabra cuenta y el escritor debe economizar las frases. Esto obliga a eliminar todo lo superfluo: descripciones, caracterizaciones de personajes, contexto.

Pero también significa que no hay espacio para desarrollar aquellos aspectos de la historia que el lector necesita para su correcta comprensión. ¿Cómo se logra esto último?

Ahí entra en juego lo no narrado. El escritor de microrrelato debe ser un maestro de la alusión y la sugerencia y trabajar hasta encontrar la expresión justa que permita que el lector comprenda una intención sin necesidad de palabras innecesarias.

¿Cómo se usa?

Usarlo es sencillo, pero necesita cierta planificación. Antes de escribir un microrrelato debes tener muy claro qué es lo que debes contar. Recuerda, el microrrelato debe contar una historia completa; no es un fragmento, no es un pensamiento inconexo: es una historia completa contada de manera brevísima en la que se economizan los recursos narrativos, pero historia al fin.

Pero, de igual modo, al escribir microrrelato deberás tener presente qué es lo que NO vas a contar. Qué parte de la historia vas a sugerir, va a quedar latente como una lectura entre líneas que el lector se encargará de completar y materializar.

La alusión, la sugerencia, la metáfora son aquí imprescindibles. Debes cuidar de que cada palabra signifique algo y, al tiempo, cuidar de construir los huecos, lo “no narrado”, que el lector deberá completar. Ojo, lo no narrado es vital en el microrrelato, no lo dejes en mano del azar. Tú decides lo que no debe estar, no puede ser algo involuntario, accidental: esa es la mejor forma de que el lector se pierda y no dé al microrrelato el sentido que buscabas darle.

¿Dónde se usa?

Al escribir microrrelato, lo no narrado te ayudará fundamentalmente a construir dos partes del microrrelato, ambas fundamentales: la segunda historia y el final.

Todo microrrelato debe contar dos historias; una visible y otra oculta. Esa “segunda historia” es a la que alude Ricardo Piglia en su tesis sobre el cuento. Se trata de ocultar una historia chocante, disruptiva, dentro de otra más obvia.

El truco está en sugerir y saber callar a tiempo. Tienes que dejar que el lector construya, con las piezas que le has dado (la historia de la superficie), la segunda historia de la que habla Piglia.

Muchos microrrelatos de escritores primerizos utilizan la fórmula de planteamiento-nudo-desenlace. Por ejemplo, un hombre tiene novia (planteamiento), la novia le deja (nudo), el hombre se suicida (desenlace). Esta historia es previsible porque refleja una serie de acontecimientos totalmente lógicos.

Chéjov escribió esta historia en sus cuadernos de notas. “Un hombre en Montecarlo va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida“. La estructura de esa historia sería: un hombre va al casino (planteamiento), gana mucho dinero (nudo), se suicida (desenlace).

Como ves se rompe la cadena lógica. No es normal que alguien que gane dinero se suicide, a menos que exista algún otro motivo oculto. Es ahí dónde está la esencia del microrrelato. En esa historia que no se cuenta y se insinúa.

De hecho, en el microrrelato es mucho más importante la segunda historia que la primera. O dicho de otro modo, un buen microrrelato es aquel que, mediante una historia, consigue contar otra completamente distinta.

Como ya sabrás, al escribir microrrelato el final es la parte más importante. Cada palabra y cada frase deben apuntar y conducir hacia él en un incremento de la emoción narrativa. El final debe buscar crear un impacto en el lector.

Pero, precisamente por la economía de recursos propia del microrrelato, el final muchas veces queda implícito. El microrrelato termina con una elipsis y el lector debe completar la historia narrada. Por supuesto, debes haber dado toda la información necesaria para que el lector pueda atar cabos y llegar a la conclusión correcta. Pero ese final ausente forma parte también de lo no narrado.

 

Atmósfera de un cuento o de una novela

Publicado el 04/06/2016 a 11:08 por Escuela de Escritura / TEORÍA LITERARIA / 1 Comment

Seguramente habrás oído hablar de la atmósfera de un cuento o de una novela. Especialmente en novelas y cuentos de determinados géneros, como el género de terror o suspense, la creación de una atmósfera es muy importante. Pero qué es exactamente la atmósfera de un texto literario. Teresa Martín Taffarel en su libro “Caminos de escritura” la define así:

La atmósfera se manifiesta en un conjunto de cualidades y efectos producidos en el espacio que rodea a un personaje o que se respira en un texto poético. El término procede de la ciencia y etimológicamente significa “vapor” (atmos) y “esfera” (sphaira). Es decir envoltura gaseosa de la Tierra (María Moliner), y se refiere al aire, al cielo, a la intemperie. En este sentido podemos hablar de una atmósfera clara, pesada, seca, irrespirable, húmeda…

Si trasladamos estas cualidades a un paisaje o a un ambiente, creados con ciertas imágenes y expresado en un lenguaje poético con una particular carga emotiva, sugerimos un estado de ánimo especial.

Así que cuando hablamos de atmósfera de un cuento, no nos referimos solo a la descripción del clima atmosférico, que también puede ser un elemento más que ayude a crear esa atmósfera literaria.  La atmósfera de un cuento es pues una especie de aura que sobrevuela la escena y que nos proporciona no solo aspectos visuales que tienen que ver con la realidad, sino también con aspectos emocionales, con las sensaciones que trasmite y con el estado de ánimo del personaje. Para trasmitir es atmósfera al lector es necesario alguna descripción del escenario y del entorno en que se mueve el personaje o más bien de la situación general en que se encuentra dentro de la escena. En esas descripciones, cada elemento, cada objeto, es como un rasgo del estado emocional en que se encuentra sumido el personaje o que envuelve el espacio en el cual se encuentra. Teresa Martín lo explica con algunos ejemplos:

El primer ejemplo es un fragmento de la novela del escritor chileno contemporáneo Jorge Edwards, El sueño de la historia. El protagonista, un chileno recién llegado del exilio, alquila un departamento en el centro de Santiago, y en él se instala:



La oscuridad empezaba a caer en la habitación espaciosa, de techo alto, y él dejó que avanzara lentamente, sin prender luces contemplando la Plaza iluminada, con su agitación vespertina, nueva y antigua, sorprendente siempre, desde la sombra. Encendió más tarde una lámpara en el corredor, una ampolleta en las últimas, que parpadeaba, y abrió una puerta que no llevaba, parecía, a ninguna parte. {…} Colocó encima de la mesa una lámpara de velador y apagó las luces del resto de la casa. El toque de queda sobrevino muy pronto. Lo notó por la repentina desaparición de los automóviles en la calle, por el silencio profundo, en el que caía gotas, partículas de suciedad y de niebla amalgamada. Hacia las dos de la mañana, o hacia las dos y media, en una noche que se había vuelto planetaria, con la Vía Láctea y la Cruz del Sur encima de su balcón, él estaba enfrascado en las celebraciones de la llegada de Santiago de Nueva Extremadura de un nuevo gobernador y capitán general.



Un aire pesado y oscuro se respira en el ambiente. Las sombras avanzan y se agazapan en los rincones de la casa. La ciudad se vuelve silenciosa y despierta con el toque de queda. Cae una lluvia sucia. La atmósfera de la casa y de la ciudad es agobiante, densa, con una carga de amenazas flotando en el ambiento. El personaje, sumergido en la lectura de unos viejos manuscritos, da un salto hacia el pasado histórico, y el espacio limpio y abierto del cielo austral cobija el sueño de lo que alguna vez fue y ahora revive en las letras antiguas, portadoras de una apasionante narración. Todos estos elementos crean una atmósfera de amenazas, miedo, soledad, que rodean al personaje que está reconstruyendo un mundo imaginario a través de la lectura. Sin embargo, la atmósfera opresiva se suspende cuando, más allá del presente, el lector-personaje descubre otro mundo, y en el silencio de la noche “planetaria”, las estrellas parecen adherirse a su sentimiento de liberación de las ataduras actuales, para dejarse envolver por una atmósfera de misterio y eternidad.

El otro ejemplo es un poema de Jorge Guillén, autor español perteneciente al grupo de poetas que se ha dado en llamar “generación del 27”:

Abril de fresno

Una a una las hojas, recortándose nuevas,

Descubren a lo largo del abril de sus ramas

Delicia en creación. ¡Oh, fresno, tú me elevas

Hacia la suma realidad, tú la proclamas!

 Ese abril arbóreo y luminoso se manifiesta en el nacimiento de las hojas, en el tiempo de la creación, del comienzo de la vida. La atmósfera primaveral es también atmósfera de plenitud del yo, que ha interiorizado el paisaje y convierte al fresno en proyección de sí mismo, es decir en tú, al cual invoca como causa de elevación interior, “tú me elevas”, clamor de “suma realidad”, y exaltación de todas las cosas, “tú la proclamas”. El árbol, eje del poema, rodeado de una atmósfera de luz primaveral, es imagen del poeta inundado de luz interior.

Como ves la creación del ambiente de un cuento necesita del detalle y de la descripción, pero esa descripción está especialmente escogida, seleccionada, no es cuestión tampoco de que sea más o menos extensa, sino de que sea capaz de trasmitir emociones.

Te ayudará para crear una atmósfera que tu texto tenga una buena visibilidad. Sobre este y otros conceptos puedes aprender más en nuestro taller de relatos.

Bibliografía: Martín Taffarel, Teresa. Caminos de escritura. Editorial Octaedro. Barcelona, 2003.

lunes, 27 de marzo de 2017


El teatre de la il·lusió          

Ahir vam anar al teatre, a veure una companyia amateur. No havíem vist mai teatre amateur i va resultar una experiència molt gratificant.

Nosaltres no sabíem res ni de l’autor ni de l’obra, però, ens vam fer una idea bastant clara del tema que tractava després de veure el vídeo animat que servia de pròleg. Desconec si el vídeo forma part de l’obra arreu del món o si,  per contra, ha sigut escollit per la directora d’aquest muntatge. Tant es val. El que de veritat importa és que el vídeo és concís i aclaridor, a la vegada que força poètic.

Tot i que el text d’aquesta obra és molt dens, va aconseguir captar la nostra atenció des del primer fins a l’últim moment.

Reconec que sempre que vaig al teatre, quan arriben els aplaudiments en acabar la funció, se’m posa un nus a la gola i m’emociono. M’agrada pensar que encara que els intèrprets siguin aplaudits nit darrera nit,  sempre els emociona els aplaudiments del públic. Tanmateix, ahir va ser diferent, ahir quan els intèrprets i la directora, agafats de la mà, saludaven al públic, les seves cares reflectien felicitat, una felicitat il·lusionada, una felicitat impossible de fingir.

 

                                                                                    Robert

 

martes, 21 de marzo de 2017


El conflicto

Personaje contra personaje

Es el tipo de conflicto más básico. Dos personajes (o dos grupos de personajes) tienen objetivos opuestos y luchan (muchas veces físicamente) para conseguirlos. Este conflicto puede plantearse de dos formas:

Protagonista(s) contra antagonista(s): la clásica lucha entre el bien y el mal o, lo que es lo mismo, los buenos contra los malos.

Protagonista(s) contra protagonista(s): no hay buenos ni malos, cada cual tiene sus motivos para luchar y el lector puede empatizar con personajes de ambos bandos.

Personaje/s protagonista/s (con el que empatizamos) contra personaje/s antagonista/s (es decir: los buenos contra los malos) o protagonista/s contra protagonista/s (no hay buenos ni malos, cada quien tiene sus motivos y el lector empatiza con personajes de ambos bandos). Las dos opciones son válidas. Dependiendo de la historia puede interesarnos más una, o la otra.

Personaje contra la sociedad

El protagonista o protagonistas se rebelan contra las normas establecidas. La sociedad es el antagonista en este caso, pero para ayudarnos a establecer un conflicto más evidente, podemos usar un personaje o grupo de personajes para representar a esa sociedad y concretar sus valores y motivos.

Ana Karenina, de Tolstói, es un personaje que se debate entre las férreas convenciones sociales de la época y sus sentimientos. Muchas veces durante la novela, la sociedad la representan personajes reales, amistades de los protagonistas.

Personaje contra lo sobrehumano

Ya puede ser contra los dioses, las fuerzas de la naturaleza, vampiros, fantasmas, demonios, el azar, el destino o las circunstancias de la vida… Ésta es una lucha a partes desiguales, un conflicto que parte con una clara desventaja hacia el protagonista, pero que nos mantiene en vilo precisamente por su dificultad. Ansiamos que lo consiga porque una victoria por su parte es una victoria para todos nosotros.

Personaje contra las máquinas

Un conflicto muy usado en el género de la ciencia ficción, del ser humano en batalla contra las máquinas que él mismo creó y que finalmente se rebelan. Este conflicto lo encontramos, por ejemplo, en la película Blade Runner

Otro buen ejemplo es la serie Battlestar Galactica, que empieza con un conflicto de humanos vs. máquinas. Sin embargo, a medida que avanzan los capítulos, esas máquinas se “humanizan” y se convierten en personajes principales, llevando la historia a un conflicto de personaje vs. personaje que la hace mucho más interesante.

El personaje contra sí mismo

Por último, quiero hablaros del que considero uno de los más importantes, pues al margen de cualquier otro conflicto en la historia, casi siempre deberíamos incorporar un conflicto de un personaje contra sí mismo. Esto no quiere decir que todos los personajes tengan que debatirse siempre entre grandes dilemas existenciales. Un personaje puede encontrarse en conflicto consigo mismo por asuntos más cotidianos o triviales, como elegir entre telefonear o no telefonear a un amigo para contarle que su pareja le está engañando.

Estas pequeñas batallas personales que todos llevamos dentro dan una nueva dimensión al personaje y a la historia, convirtiéndolos en algo más real y, por supuesto, más interesante.

En la lucha entre Darth Vader y Luke Skywalker en “El retorno del Jedi” hay un primer conflicto obvio de personaje contra personaje, dos fuerzas antagonistas liándose a a espadazos láser. Pero la escena funciona y nos mantiene enganchados no tanto por esta batalla como por los conflictos internos de cada uno de ellos. ¿Será capaz Luke de no dejarse llevar por el odio? ¿Podrá Darth Vader traicionar al emperador para salvar a su propio hijo? Eso es lo que se cuece realmente en la escena. Son los conflictos internos los que dan peso al enfrentamiento físico entre ambos personajes.

El conflicto es el detonante de toda trama y sin él, no hay historia. Dicho así, puede imponer respeto, pero lo cierto es que no es tan complicado como parece, así que vamos a ello. Aunque antes de empezar voy a proponeros un texto bastante sencillo pero que me servirá de ayuda para ilustrar los puntos que desarrollaré luego:

Imaginemos a un hombre (llamémosle Lucas) que sale del gimnasio y echa a correr hacia el coche con la bolsa de deporte sobre la cabeza para protegerse de la lluvia. Cuando llega al coche y está a punto de abrir la puerta, se detiene porque ve a Laura, la novia de su mejor amigo, besando a otro hombre en la acera contraria. La chica lleva unas gafas de sol, pero la reconoce igualmente.

El hombre se queda unos instantes bajo la lluvia sin acabar de creérselo, observando la escena. La pareja entra en una cafetería y Lucas se mete en el coche, pero no lo arranca, sino que se queda allí sentado con el teléfono en la mano. En la pantalla se ve el nombre de su amigo y su foto junto al símbolo de llamada. Lucas está a punto de marcarlo varias veces pero se detiene antes de hacerlo.

Un rato después, Lucas guarda el teléfono, baja del coche, cruza la calle sin importarle la lluvia y entra en la cafetería. Laura está sentada en una mesa con su acompañante y charlan animados. Lucas se acerca y se sienta frente a la chica, que lo mira desde detrás de las gafas de sol que no se ha quitado todavía y le pregunta “¿Tú qué haces aquí?”. Lucas ignora su pregunta, la mira con desprecio y le dice: “¿Con éste también ha sido un lapsus o eso sólo lo fui yo?”.

1. Usa la acción

El lema que siempre debe tener presente un escritor de “si puedes mostrarlo, no lo cuentes” también funciona para el conflicto. Todo lo que se pueda narrar a través de los hechos, de la acción, provocará una experiencia más intensa en el lector.

 

 

2. Usa los diálogos

Nada hay más aburrido que dos personas hablando por hablar, así que cuando introduzcas un diálogo en una historia es mejor que sirva para algo. El diálogo puede usarse para aportar información, para dar a conocer a los personajes, para hacer evolucionar la trama… pero también para introducir conflictos. Es una gran herramienta que con un par de frases nos puede ayudar a decir mucho.

En el diálogo del ejemplo, Laura no saluda a Lucas, sino que le pregunta secamente “¿Tú qué haces aquí?“, dejando entrever cierta hostilidad que puede deberse tanto a la relación previa entre ellos como al verse sorprendida con otro hombre. Además, con la respuesta de Lucas nos enteramos de esa relación anterior y podemos intuir que el hombre guarda cierto resentimiento al respecto.

3. Usa los elementos externos

Hay determinados elementos externos que pueden ayudarnos a reforzar un conflicto. Por ejemplo, la lluvia intensa de la que Lucas se protege al principio ya no le importa luego cuando descubre a Laura, lo que recalca un poco más la importancia emocional que tiene para él lo que acaba de ver.

4. Usa los símbolos

Algunos símbolos, como una herida, un color o un escenario (unas ruinas, por ejemplo) remarcan ideas o conflictos. Las cicatrices externas de un personaje suelen ser un reflejo de una cicatriz interna o, lo que es lo mismo, de un conflicto interno. La cojera del famoso Doctor House era el símbolo de sus traumas y problemas psicológicos.

En el caso del texto de antes, las gafas de sol de Laura podrían ser interpretadas como un símbolo también, ya que funcionan como una máscara, la pantalla que ella usa para protegerse y esconder su verdadera identidad.

 

Recopilación de la página WEB de Literautas.

Por qué cada palabra cuenta al escribir un microrrelato

Entrega 7

La respuesta a esa pregunta puede parecer obvia.

En un texto literario que rara vez supera las trescientas palabras, es normal que cada una de ellas tenga una especial importancia.

Y es cierto, así es.

Así que cuando te pongas a escribir un microrrelato es importante que prestes importancia a las palabras.

Y no nos referimos al hecho de contarlas para tratar de no exceder una determinada cantidad; sino a su significado y su lugar en la frase, para reforzar el sentido de tu microrrelato.

La palabra adecuada

Como ya sabes, dar con la palabra adecuada te permite contar algo de manera certera, ahorrando circunloquios y explicaciones accesorias.

Precisamente para escribir microrrelatos debes huir de explicaciones accesorias y circunloquios por lo que debes tener un excelente vocabulario.

Para ello:

  1. Hazte con un buen diccionario. Tienes el de la RAE online.
  2. Hazte con un buen diccionario de sinónimos.
  3. Fundamental: lee mucho.
     

Significar y aludir a un tiempo

Tienes pocas palabras para desarrollar una historia completa. ¿Cómo hacerlo?

Has acertado, eligiendo muy bien las palabras que uses. Pero mientras en una novela o en un relato dispones del espacio suficiente para contar tu historia, en el microrrelato el espacio se acorta. Eso significa que la elipsis y la alusión son herramientas fundamentales para el escritor de microrrelatos.

Por tanto, al elegir tus palabras no solo tienes que tener en cuenta lo que signifiquen para que reflejen fielmente aquello que quieres contar. Además debes procurar que aludan veladamente a aquello que pretendes sugerir, a aquello que necesitas que el lector adivine entre líneas para completar el texto y comprender sin ambages la historia que estás contando.

Recuerda que en el microrrelato lo sugerido es tan importante como lo explícito.

Busca por tanto palabras con una doble función: la de contar explícitamente y aludir implícitamente.

El orden importa

El orden de las palabras importa, y no por una mera cuestión estética.

Al escribir presta atención al orden de las palabras dentro de la oración.

Tu objetivo debe ser enfatizar aquellas palabras que, por su sentido, refuerzan la idea que quieres trasmitir al lector.

O, como decíamos antes, porque siembran en el lector una idea que completa el sentido de tu microrrelato, ayudándole a rellenar los huecos.

En ese sentido, te ayudará el siguiente truco: Pon aquellas palabras que quieres destacar al principio o al final delas frases, de esta manera contribuirás a destacarlas.

El número también importa

Ese es el quid de la cuestión, el número de palabras es importante para un microrrelato.

Pero, en primer lugar, una advertencia: no te obsesiones con esa idea.

Primero escribe tu historia. Trata desde el principio de ser escueto y elegir bien las palabras, pero evita que el corsé de las cifras te impida desarrollar bien tu historia.

Una vez que hayas escrito el microrrelato, pero solo entonces, es hora de sacar las tijeras. En esta fase, el saber dar con la palabra adecuada te resultará fundamental.

  1. Busca frases que puedan eliminarse. Busca palabras que puedan eliminarse.
  2. Comprueba si hay otra manera de decir lo mismo con menos palabras.
  3. Comprueba si hay otra manera de decir lo mismo con una sola palabra.
     

 

El viejo en el puente
[Cuento. Texto completo.]

Ernest Hemingway
Un viejo con gafas de montura de acero y la ropa cubierta de polvo estaba sentado a un lado de la carretera. Había un pontón que cruzaba el río, y lo atravesaban carros, camiones y hombres, mujeres y niños. Los carros tirados por bueyes subían tambaleándose la empinada orilla cuando dejaban el puente, y los soldados ayudaban empujando los radios de las ruedas. Los camiones subían chirriando y se alejaban a toda prisa y los campesinos avanzaban hundiéndose en el polvo hasta los tobillos. Pero el viejo estaba allí sentado sin moverse. Estaba demasiado cansado para continuar.
Mi misión era cruzar el puente, explorar la cabeza de puente que había más allá, y averiguar hasta dónde había avanzado el enemigo. La cumplí y regresé por el puente. Ahora había menos carros y poca gente a pie, y el hombre seguía allí.
-¿De dónde viene? -le pregunté.
-De San Carlos -dijo, y sonrió.
Era su ciudad natal, por lo que le llenó de satisfacción mencionarla, y sonrió.
-Cuidaba de los animales -explicó.
-Oh -dije, sin entenderlo del todo.
-Sí -dijo-, ya ve, me quedé cuidando de los animales. Fui el último que salió de San Carlos.
No tenía pinta de pastor ni de vaquero, y tras observar su ropa negra y cubierta de polvo, su rostro gris cubierto de polvo y sus gafas de montura de acero, dije:
-¿Qué animales eran?
-Animales diversos -dijo negando con la cabeza-. Tuve que dejarlos.
Yo estaba contemplando el puente y el aspecto de paisaje africano del delta del Ebro y me preguntaba cuánto tardaríamos en ver al enemigo, y todo el rato estaba atento por si oía los primeros ruidos que delataran ese misterioso suceso denominado contacto, y el hombre seguía allí sentado.
-¿Qué animales eran? -pregunté.
-En total tres clases de animales -explicó-. Había dos cabras y un gato y cuatro pares de palomos.
-¿Y los ha dejado? -pregunté.
-Sí. Por culpa de la artillería. El capitán me dijo que me fuera por culpa de la artillería.
-¿Y no tiene familia? -pregunté, vigilando el otro extremo del puente, donde los últimos carros bajaban deprisa la pendiente de la orilla.
-No -dijo-. Sólo los animales que le he dicho. Al gato, naturalmente, no le pasará nada. Un gato sabe cuidarse, pero no quiero ni pensar qué va a ser de los otros.
-¿En qué bando está usted? -le pregunté.
-Yo no tengo bando -dijo-. Tengo setenta y seis años. Llevo andados doce kilómetros y creo que ya no puedo seguir.
-Este no es un buen lugar para pararse -dije-. Si puede llegar, hay camiones en el desvío a Tortosa.
-Esperaré un poco -dijo-, y luego seguiré. ¿Adónde van esos camiones?
-A Barcelona -le dije.
-No conozco a nadie en esa dirección -dijo-, pero muchas gracias. Se lo repito, muchas gracias.
Me miró sin expresión, cansado, y a continuación, necesitando compartir su preocupación con alguien, dijo:
-Al gato no le pasará nada, estoy seguro. No hay por qué inquietarse por un gato. Pero a los demás, ¿qué cree que les pasará a los demás?
-Bueno, probablemente tampoco les pasará nada.
-¿De verdad lo cree?
-¿Por qué no? -dije mirando la otra orilla, donde ya no había carretas.
-Pero ¿qué harán cuando empiece el fuego de la artillería, si a mí me dijeron que me fuera por culpa de la artillería?
-¿Dejó abierta la jaula de los palomos? -pregunté.
-Sí.
-Entonces saldrán volando.
-Sí, seguro que saldrán volando. Pero los demás. Más vale no pensar en los demás -dijo.
-Si ya ha descansado, yo si fuera usted me iría -le insistí- . Levántese e intente andar.
-Gracias -dijo, y se puso en pie, avanzó haciendo eses y volvió a sentarse sobre el polvo, dejándose caer.
-Yo sólo cuidaba los animales -dijo sin energía, pero ya no hablaba conmigo-. Sólo cuidaba a los animales.
No se podía hacer nada por él. Era Domingo de Pascua y los fascistas avanzaban hacia el Ebro. Era un día gris y las nubes iban bajas, por lo que sus aviones no volaban. Eso, y que los gatos supieran cuidarse solos, era toda la buena suerte que tendría aquel hombre.
FIN