El conflicto
Personaje contra personaje
Es el tipo de
conflicto más básico. Dos personajes (o dos grupos de personajes) tienen
objetivos opuestos y luchan (muchas veces físicamente) para conseguirlos. Este
conflicto puede plantearse de dos formas:
Protagonista(s) contra antagonista(s): la clásica
lucha entre el bien y el mal o, lo que es lo mismo, los buenos contra los
malos.
Protagonista(s) contra protagonista(s): no hay buenos
ni malos, cada cual tiene sus motivos para luchar y el lector puede empatizar
con personajes de ambos bandos.
Personaje/s
protagonista/s (con el que empatizamos) contra personaje/s antagonista/s (es
decir: los buenos contra los malos) o protagonista/s contra protagonista/s (no
hay buenos ni malos, cada quien tiene sus motivos y el lector empatiza con
personajes de ambos bandos). Las dos opciones son válidas. Dependiendo de la
historia puede interesarnos más una, o la otra.
Personaje contra la sociedad
El protagonista o
protagonistas se rebelan contra las normas establecidas. La sociedad es el
antagonista en este caso, pero para ayudarnos a establecer un conflicto más
evidente, podemos usar un personaje o grupo de personajes para representar a
esa sociedad y concretar sus valores y motivos.
Ana Karenina, de Tolstói,
es un personaje que se debate entre las férreas convenciones sociales de la
época y sus sentimientos. Muchas veces durante la novela, la sociedad la
representan personajes reales, amistades de los protagonistas.
Personaje contra lo sobrehumano
Ya puede ser contra
los dioses, las fuerzas de la naturaleza, vampiros, fantasmas, demonios, el
azar, el destino o las circunstancias de la vida… Ésta es una lucha a partes
desiguales, un conflicto que parte con una clara desventaja hacia el
protagonista, pero que nos mantiene en vilo precisamente por su dificultad.
Ansiamos que lo consiga porque una victoria por su parte es una victoria para
todos nosotros.
Personaje contra las máquinas
Un conflicto muy usado
en el género de la ciencia ficción, del ser humano en batalla contra las
máquinas que él mismo creó y que finalmente se rebelan. Este conflicto lo
encontramos, por ejemplo, en la película Blade Runner
Otro buen ejemplo es
la serie Battlestar Galactica, que empieza con un conflicto de humanos vs.
máquinas. Sin embargo, a medida que avanzan los capítulos, esas máquinas se
“humanizan” y se convierten en personajes principales, llevando la historia a
un conflicto de personaje vs. personaje que la hace mucho más interesante.
El personaje contra sí mismo
Por último, quiero
hablaros del que considero uno de los más importantes, pues al margen de
cualquier otro conflicto en la historia, casi siempre deberíamos incorporar un
conflicto de un personaje contra sí mismo. Esto no quiere decir que todos los
personajes tengan que debatirse siempre entre grandes dilemas existenciales. Un
personaje puede encontrarse en conflicto consigo mismo por asuntos más
cotidianos o triviales, como elegir entre telefonear o no telefonear a un amigo
para contarle que su pareja le está engañando.
Estas pequeñas
batallas personales que todos llevamos dentro dan una nueva dimensión al
personaje y a la historia, convirtiéndolos en algo más real y, por supuesto,
más interesante.
En la lucha entre
Darth Vader y Luke Skywalker en “El retorno del Jedi” hay un primer conflicto
obvio de personaje contra personaje, dos fuerzas antagonistas liándose a a
espadazos láser. Pero la escena funciona y nos mantiene enganchados no tanto
por esta batalla como por los conflictos internos de cada uno de ellos. ¿Será
capaz Luke de no dejarse llevar por el odio? ¿Podrá Darth Vader traicionar al
emperador para salvar a su propio hijo? Eso es lo que se cuece realmente en la
escena. Son los conflictos internos los que dan peso al enfrentamiento físico
entre ambos personajes.
El conflicto es el
detonante de toda trama y sin él, no hay historia. Dicho así, puede imponer respeto, pero lo cierto es que no es tan
complicado como parece, así que vamos a ello. Aunque antes de empezar voy a
proponeros un texto bastante sencillo pero que me servirá de ayuda para
ilustrar los puntos que desarrollaré luego:
Imaginemos a un hombre
(llamémosle Lucas) que sale del gimnasio y echa a correr hacia el coche con la
bolsa de deporte sobre la cabeza para protegerse de la lluvia. Cuando llega al
coche y está a punto de abrir la puerta, se detiene porque ve a Laura, la novia
de su mejor amigo, besando a otro hombre en la acera contraria. La chica lleva
unas gafas de sol, pero la reconoce igualmente.
El hombre se queda
unos instantes bajo la lluvia sin acabar de creérselo, observando la escena. La
pareja entra en una cafetería y Lucas se mete en el coche, pero no lo arranca,
sino que se queda allí sentado con el teléfono en la mano. En la pantalla se ve
el nombre de su amigo y su foto junto al símbolo de llamada. Lucas está a punto
de marcarlo varias veces pero se detiene antes de hacerlo.
Un rato después, Lucas
guarda el teléfono, baja del coche, cruza la calle sin importarle la lluvia y
entra en la cafetería. Laura está sentada en una mesa con su acompañante y
charlan animados. Lucas se acerca y se sienta frente a la chica, que lo mira
desde detrás de las gafas de sol que no se ha quitado todavía y le pregunta
“¿Tú qué haces aquí?”. Lucas ignora su pregunta, la mira con desprecio y le
dice: “¿Con éste también ha sido un lapsus o eso sólo lo fui yo?”.
1. Usa la acción
El lema que siempre
debe tener presente un escritor de “si puedes mostrarlo, no lo cuentes” también
funciona para el conflicto. Todo lo que se pueda narrar a través de los
hechos, de la acción, provocará una experiencia más intensa en el lector.
2. Usa los diálogos
Nada hay más aburrido que dos personas hablando por
hablar, así que cuando introduzcas un diálogo en una historia es mejor que
sirva para algo. El diálogo puede usarse para aportar información, para dar a
conocer a los personajes, para hacer evolucionar la trama… pero también para
introducir conflictos. Es una gran herramienta que con un par de frases nos
puede ayudar a decir mucho.
En el diálogo del
ejemplo, Laura no saluda a Lucas, sino que le pregunta secamente “¿Tú qué
haces aquí?“, dejando entrever cierta hostilidad que puede deberse tanto a
la relación previa entre ellos como al verse sorprendida con otro hombre.
Además, con la respuesta de Lucas nos enteramos de esa relación anterior y
podemos intuir que el hombre guarda cierto resentimiento al respecto.
3. Usa los elementos externos
Hay determinados
elementos externos que pueden ayudarnos a reforzar un conflicto. Por
ejemplo, la lluvia intensa de la que Lucas se protege al principio ya no le
importa luego cuando descubre a Laura, lo que recalca un poco más la
importancia emocional que tiene para él lo que acaba de ver.
4. Usa los símbolos
Algunos símbolos, como
una herida, un color o un escenario (unas ruinas, por ejemplo) remarcan ideas o
conflictos. Las cicatrices externas de un personaje suelen ser un reflejo de
una cicatriz interna o, lo que es lo mismo, de un conflicto interno. La
cojera del famoso Doctor House era el símbolo de sus traumas y problemas
psicológicos.
En el caso del texto
de antes, las gafas de sol de Laura podrían ser interpretadas como un símbolo
también, ya que funcionan como una máscara, la pantalla que ella usa para protegerse
y esconder su verdadera identidad.
Recopilación de la página WEB de Literautas.